La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

La mosca y la piedra

Trascurría un marzo de fríos tempranos en el arroyo. Las mañanas cortas y brillantes anticipan el otoño en Los Andes centrales. A media mañana mi mosca flotaba en los minúsculos pools de arroyito.


Un perfecto riffle... con la aceleración justa, amplio y transparente. Su sinceridad me permitía ver a un par de truchas de aproximadamente 40 centímetros comiendo en el fondo. Su idioma corporal me decía que estaban interesadas en algún tricoptero.

Me senté en una piedra que emergía de una perfecta vega, respire profundo y observe. Durante minutos solo observe. Era un momento tan particular como especial. La bella danza de dos truchas. Un acto perfecto.

Hubiera sido de manual, atar a mi tippet 5x fluoro carbón una tricoptera, tal vez una Hare Ear...pero, mi ego, mi desenfrenado instinto dominante  y controlador, cual voz dentro de mi cabeza, me cuestionaba el porque de esta receta. Porque no invitar a ese animal a comer arriba?

Seria mi acto de dominio de la situación. Mi declaración de Sapiens ante el pez. Ordenandole a donde quiero que coma.

Así lo hice.

Ate a mi tippet una Madame X con patas negras, desoyendo lo que la trucha estaba haciendo.

Primer presentación y la seca navega perfecta sobre la linea visual del pez. Y nada. Cinco presentaciones y ella seguía sin darle importancia a mi invitación. Sexta presentación y su indiferencia era sin mas una declaración de batalla. Y se fueron seis y la siete. Y tal vez al al décimo intento no la vi mas. Tal vez se haya asustado, tal vez se  haya ido mas arriba. Mi seca, ya no tan seca y desdeñada por el capricho se hunde en un agónico fracaso. Ya no logro verla. Intento buscarla en el fondo y levanto suavemente. es ese instante un contundente jalón arquea mi vara #1. Había engañado al pez!! Y este estaba en el fondo arraigado. Una pequeña flexión en la caña me confunde. Erróneamente interpreto una batalla. Tal vez excitado por tanta ansiedad y expectativa. Un extraño movimiento desprende mi mosca de la tensión y se suelta. En su descarga de energía, me devuelve una particular captura que con ausente elegancia vuela por los aires. Esa captura era una piedra de unos 5 centímetros que había sido capturado en una única hendidura. Una vulgar y silvestre tosca, pero particular y especial,  Cuantas veces podría intentar hacerlo sin poder lograrlo?. Esta insignificante roca sin nada especial y  una trucha de arroyo selectiva...  me enseñaron una gran lección.  Que no solo se trata de un pez, de una trucha... sino del contacto necesario con el entorno, para poder engañarlo. Mi humildad ausente de pescador determinado una mala pasada.  Esta vez el engañado fui yo.


Ese día comprendí. Ese día contemplé pleno de felicidad... que lo importante no es el trofeo, lo insignificante que resulta ser la captura en sí. Lo mediocre del número y de la cantidad. Lo valioso es la historia que te llevas en el alma para contar. Esa es mi verdad. La que me ilumina. Y ahí quedara por siempre, en mi estante de cosas valiosas. De esas que cuentan historias para amigos.
Una lección de humildad, respeto, prudencia y capacidad de contemplación,  para el resto de mi vida. END

Autor: Jorge Aguilar Rech
Edición: Jorge Aguilar Rech
Fotografia: Pablo Aguilar
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