La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

Queñi. Trouts Fighters.


Pablo Neruda... mago de las letras y alquimista de sensaciones vivas, cuando perseguido por la infame prepotencia de otro de los Videla, allá por el 48, eligió el Queñi, le suplico a la lluvia del viejo bosque, que le devolviera el aroma y las espadas que caían del cielo, la solitaria paz de pasto y piedra, la humedad de las margenes del río, el olor del alerce y el viento vivo como un corazón.



Hoy... puedo imaginarlo en cada rincón, disfrazado de Luis Lagorreta,  en cada recodo y en cada sombra. 

Pescar en estas aguas inmensamente quietas, me inquieta de susurros de poesía, de sensaciones, de aromas. Aquí... cada rincón es un cuadro renacentista, una imagen impregnada en el alma.  Un mensaje que se agarra en el corazón.

Agua, lluvia y bruma. Aire, brisa y aromas de pino en apenas susurros de bosque. Luz y penumbra... rocas cubiertas de líquenes y verde. Poemas de vegetal, animal y mineral. Todos los elementos, los seres vivos... parecen estar embebidos en un mantra de perfecta armonía. Continua y bella.


Al llegar... es como un arrebato contundente a los sentidos. Todos... y a la vez. Inmensidades de verde pasto, alerces milenarios que recortan en montañas un cielo perfecto y claro. Luces y sombras que crujen cuando el viento sopla una brisa. El agua, sincera y transparente alberga vida por doquier. En su vientre verde musgo, se acallan historia de arboles caídos, de rocas y de truchas. Un himno de silencio... una declaración irreverente de paz.


El hombre... apenas mancha con su permanencia. Pero aquí, la naturaleza late libre. Los arroyos corren salvajes, y cristalinos... mostrando todo su esplendor y carácter.

Y ahí llegamos... con el mas grande de los impetus, ansiosos y escasos de letras. Mirando boquiabiertos el  entorno, queriendo devorarnos el paisaje, para alimentar nuestra gula irreprochable de experiencias.


Anibal, estaba a cargo de conducirnos hasta ahí. La Nissan de Troya, nos hacia sentir extrañamente profanos en un santuario natural. Su potencia indiscutible arremetía por las estrechas huellas abriendo las aguas de los arroyos, como profeta del camino. Imaginándonos el mundo sub acuático de agua verde y a sus truchas...escuchándonos.

Pasamos varios cursos de agua diáfana, que sajaban las huellas apenas transitables. Uno distinto al otro. Algunos arroyos placidos, sinceros otros irreverentes y mágicos. Inevitablemente pensábamos en ellas, en nuestra truchas del agua verde musgo.


Al descender de la camioneta, un prado soñado, de pastos y alerces,  nos pintaba el alma de sueños. El trino de los Chucaos, no cedía al golpeteo incesante de los Cauquenes. Sinfonía de mantras... entre rumores de bosque y pájaros carpintero, lejanos e invisibles.  Los arboles, no tenían pudor en esconder los Lla Llaos de amarillo furioso.



Entre ellos... nosotros. Atrevidos en tecnología, de varas, cauchos, botones y plásticos. Empecinados en pescar todas y cada una de sus truchas. Sus hijas huincas.

Así... entre lloviznas y soleadas, los duendes del bosque de Pablo, nos daban permiso para flotar las aguas del Queñi. La nubes galopaban en el cielo, danzando entre el Mallo y el Acol.

En el agua, el viento aparecía y se esfumaba repentinamente, como un anima. Los float tubes le seguían el juego.  Navegamos con Anibal, hacia el este, sobre las faldas del Mallo. Costa abrupta... de piedra doblegada al bosque. Bosque tupido de verdes,  de cipreses abatidos bajo el agua, de arroyos escondidos que solo acusan su presencia al quebrar, con su canto de agua, el silencio. 



Comienzo a presentar el engaño de plumas y alambre,  con la infalible Bichon Fly Rubber Leggs en alambre #6. El presagio de Anibal, fue un hecho... en minutos, logro presentar cercano a un tronco hundido, profundiza unos metros y desde el verde profundo y emerge una Arco Iris furiosa. Un hembra bella de unos 1500 gramos y rasgados colores. Luchaba con mi vara y minutos mas tarde, se entregaba a mi copo. Una vez liberada del engaño... vuelve al agua maternal.

Metros mas adelante, Anibal con la #5 arqueada al máximo, le explotaba el agua con otra Arco Iris fenomenal.  Su engaño fue letal... un patrón oscuro, hacia mella en las selectivas truchas. 

Lo cierto, es que en estas épocas, no es secreto que el caldo del lago, tiene características físico químicas distintas al resto del año, casi no encontramos larvas, ninfas ni insecto predominante. Sumado a que estamos presentes en un momento particular del individuo en si, en el proceso post desove. Están saliendo de un sueño de hielo, y están apenas retomando las actividades vitales como es la de alimentarse. Por resultado mas que obvio, es casi nula la pesca con ninfas. Las Arco Iris debían ser irritadas, tal vez tentadas con un bocado muy prominente para sacarla de su refugio de sueño, o tal vez acudiendo al recurso de territorialidad ... o resignarse a una tasa 15 a 1, como comprobamos.

QUEÑI Trout Fighter 2015 from BROWNTROUTARGENTINA Fly fishing on Vimeo.

Las capturas se sucedían, una tras otra durante toda la jornada. Descubrimos que las truchas se escondían entre los palos sumergidos a unos 15 metros bajo el agua.La transparencia inocente del lago... les permitía visualizar desde ese punto, nuestras moscas. Desde el fondo neto subían a atacarlas, furiosas. 



La estrategia sabida, seria navegar el borde costero, a unos 20 metros, y lanzar con nuestras lineas de hundimiento, hacia los palerios. Plan que nos llevaría a pinchar unas 30 truchas en la jornada por pescador. La mosca, debíamos traerla, imitando un patrón de movimiento natatorio corto.

Los susurros afónicos de los arroyos, que escondidos... se volcaban al agua mansa del lago, nos alegraban sustancialmente. Sabíamos, que el encuentro nos prometía una escena de truchas comiendo, al menos... así las queríamos imaginar. Pero la alucinación se hacia concreta cuando pinchábamos tres o cuatro truchas en el mismo sector. 




Así... navegamos toda la costa del Acol, que se ahogaba abrupto, desterrando alerces hacia el agua, bordeando el profundo este, pasando por el sur y cosiendo por el oeste el borde del lago... para volver al campamento. 



Cansados llegamos al campamento. Dejamos nuestros floats tubes... y comenzamos las faenas de la noche.  Las llamas crujientes del fuego nos mostraban duendes del sueño. despabilados solamente por el aroma a carne asada y el rubí del borgoña en las copas.



La mañana nos despabilaba de pájaros carpinteros. El aire purisimo nos mojaba las narices. Recuperándonos de dolores, calambres y renovando sueños de truchas.

Después de desayunar, re inflábamos los floats, acomodamos plumas y menajes, para encaminarnos al muelle improvisado de la terma. Un páramo donde el suelo ocre caliente, contrasta con el verde oscuro del bosque, las sombras y el plata del lago.

El plan era navegar la zona de totorales del sur. Almorzar y descansar en la bahía. Esta formación encontrabamos al Chachin, escapándose al Nonthue.



En el camino, flotando por el medio del lago, nos anticipaba el viento, una serie de olas inusuales. Ya en la tensión del agua, el soplido furioso, nos retrasaba el trayecto para llegar a las zonas de pesca. Después de unos minutos de lucha y pataleos,  llegábamos a los bordes verdes de la bahía. Totoras y pastos, troncos de alerces volcados, y un fondo sincero, cercano y amigable, nos deba un panorama de lo que vendría. 

Lance, hacia la orilla... casi tocando el filo de la costa. La sombra parda clara de mi Muddler, debería simular un pez pequeño, un alevin, que se refugiaba en la costa. Los ataques venían desde el veril hacia el filo del agua. Se podía ver a las truchas salir desde el fondo a tomar la mosca. Una vez perpetrado el ataque, violentas corrían al fondo intentando escapar de algún predador.  Cuando el gancho y la tensión del sistema, le arrebata el plan. Sin muchas mas herramientas que toda su fuerza muscular, su instinto ancestral y adaptado y, alguna que otra artimaña para zafarse. Estando inconsciente de mis intenciones de devolución, mi trucha... corría a lo profundo, subiendo a  la superficie y saltando, y sacudiéndose furiosamente. Nada, pero nada... excepto mi voluntad la hubiera hecho desprenderse de mi alambre. Unos minutos, tal vez unos cuatro, ponían a la Arco Iris en la bandeja del float. Presuroso, la libero del siempre brutal alambre y la devuelvo a donde pertenece.



Anibal, Pedro y Javier... cercanos, tenían fuertes contiendas. En ocasiones, era común vernos a todos con truchas pinchadas al mismo tiempo.  Centro la atención en Anibal, quien estaba cercano. Con su Zug Bugs Olive, y linea hundimiento total, arqueaba su vara y navegaba involuntariamente, llevado por una Arco Iris muy fuerte. Tras arqueadas y tiritones, la trucha subía e inmediatamente corria velozmente, alejándose. El copo, le daría fin a la coreografía animal del pez. El ojo de la Go Pro, la seguía para nosotros... conectando a los dos mundos, el profano del aire, de cuatro peleadores de truchas y el intocable del agua verde donde solo llegábamos con nuestras marionetas emplumadas. 


El retorno se haría difícil. El viento tal vez se vengaba en nombre de las truchas pinchadas. Olas de un metro se levantaban desde el medio del Queñi. Nos querían obligar a tirarnos a la costa y para evitar el encalle... debíamos patalear constantemente. Finalmente... llegamos al muelle de la terma. Como caballeros de ninguna cruzada, desembarcábamos y estirábamos los músculos satisfechos. Cargábamos los float y regresábamos al campamento exhaustos pero satisfechos. 


El anochecer del campamento nos esperaba con carnes ahumadas y solo esos milagros culinarios que salen de los amigos. La oscuridad... traía consigo los ruidos típicos de las hora bajas. Ranas que puntualmente, apenas la luz abandonaba el casco del cielo, desplegaban su coro incomprensible. En un instante, casi programado... el silencio.  Mas entrada la noche, los zorros bajaban al campamento, buscando comida.  Mientras el frío... como fantasma, nos ganaba la batalla junto al sueño. 

Al momento, contábamos con mas de doscientas capturas. Muchas de ellas similares en su morfología, pero lo que hacia distinta a cada una, era el entorno inmediato en la que nos hallábamos. Así... los cierres de las bolsas de dormir, abrían el mundo de los sueños, de los duendes y de las truchas gigantes... que nunca vendrían.


A las 200 A.M., el sensible tamborileo de la lluvia me despertaba. Lluvia que duraría hasta las horas del medio día. La pesca en estas condiciones no variaría sustancialmente.

Al medio día... nos preparábamos para salir del Parque Lanin. Al desarmar las carpas, desinflar los floats, y cargar la pick up, nos adentrábamos en la realidad del retorno. A la amarga sensación de que jamas...lo vivido es suficiente.  En la crudeza de volver a la ciudad, a la agobiante rutina que supimos conseguir. Inevitablemente, involucrarnos con el proceso ficticio de nuestra sociedad, que nos somete criminalmente al falso concepto de libertad y solvencia económica, conseguida por el abrasante y casi marxista yugo laboral.

Cada una de nuestras truchas, por mas de dos centenas, eran iguales en su forma,  pero distintas en su carácter. La magia del entorno entero, hacia de la aparente igualdad, un acto distinto y bello. Acto que dábamos fin con la supervivencia de cada una de ellas, intentando devolver vida... a la vida. END
 


Autor: Jorge Aguilar Rech.
Protagonistas: Jorge Aguilar Rech, Anibal Espronceda, Javier Benegas y Pedro Constantino
Edición: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Jorge Aguilar Rech.
Video: Jorge Aguilar Rech.
para PEIXOTO AGUILAR RECH filmmakers.
BROWN TROUT ARGENTINA.
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2015.