La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

Arroyo Grande.

La pesca con mosca en los Andes Centrales argentinos es un milagro de vida. Un acto de rebeldía. Una expresión de sutileza pero a vez, una actitud contundente ante los elementos.

El Valle de Uco, ubicado en el Departamento de Tunuyán,  Provincia de Mendoza es un prueba de ello. Geográficamente es un valle glacial, emplazado a unos 1200 msnm, aloja en su corazón, al Arroyo El Manzano o Grande de la Quebrada. Una desierto semiárido, con arbustos leñosos y cactus se extiende entre las montañas y el arroyo. Vegetacion autóctona y algunas invasoras irreverentes como la Rosa Mosqueta ciegan frecuentemente el acceso al curso. De gélidos inviernos y veranos hirvientes, alcanza para albergar los viñedos que dan origen a los mejores vinos del mundo.

Pero en contexto, todas y cada una de las condiciones elementales, atentan con la sustentaviliad de los seres vivos.  Las temperaturas, la presión, la altitud, la sequía, los acarreos, son los principales eventos físicos, mecánicos y químicos, que conforman la dinámica del bioma, y es exprofesamente... una combinación asesina de la vida. Es como si estos elementos no quisieran que el latido de un ser vivo existiera. Cómo podemos concebir a seres que sortean cada una de estas condiciones...sólo les cabe una palabra que sintetiza todo; sobrevivientes.


Los sobrevivientes de los arroyos, son las truchas.Verdaderos triunfadores. Hallándose en la cúspide la cadena alimentaria en su micro ambiente acuático. En una condición de superioridad fisiológica que solo los depredadores representan dentro de un ambiente. Fuertes, versátiles, instintivos y con una indescriptible capacidad de adaptación.

El Valle de Uco es un ambiente que despierta inquietudes. En épocas de invierno, la pesca con mosca determina un ambiente en extremo técnico. Desde el punto donde se vea, es un ambiente único. Sus orígenes, son exclusivamente glaciares, por lo que en los solsticios de invierno el agua se resume al mínimo caudal. Las nieves y hielos acaparan en un sueño blanco, el líquido vital.

A partir de Noviembre, comienza brindar sus milagros que ya en Febrero se harán vino. En esta época comienzan las lluvias. Enormes caudales de agua precipitan en el desierto semiárido del valle. Grandes masas de cúmulos nimbos se adentran en sus planicies y danzan entre los cerros. Las tormentas despiertan al monstruo de los aludes y derrumbes. Las aguas se ponen turbias por escasos momentos. Los acarreos estrangulan el caudal y cambian la geografía del arroyo que por momentos parece cobrar gestos. Este arroyo jamas se presenta igual. Año tras año posee un dinamismo geomorfológico permanente.

Invierno de agua perfecta y diáfana en sus arroyos, es custodiada por xerofilas, jarillas, rosas mosquetas y cactáceas por doquier. Todo parece pincharte y rasgarte.


El arroyo nos brinda, ahora... la posibilidad de descubrirlas en sus ínfimos lies. Este pocket stream que apenas, dibuja su estructura, requiere habilidades muy desarrolladas. O demasiadas frustraciones acumuladas en forma experiencia. Pero esto... lo hace perfecto, bello y soberano.

Saber descubrirlo... leerlo y comprenderlo, es una condición indispensable al momento de pinchar truchas. Desde el requerimiento indispensable de la aproximación sigilosa, la presentación perfecta, la mosca adecuada en tamaño, color y comportamiento.  Realizar una pesca para truchas verdaderamente selectivas.


Esa mañana, avanzada en horas, relajados emprendimos viaje con Pablo Saracco, desde la Ciudad de Mendoza, a pescar las truchas del Arroyo Grande de la Quebrada. La ruta se hacia corta entre mates, que cebaba Pablo Aguilar, mi hijo y fotógrafo de la jornada. Llegamos al sector elegido, uno de los más técnicos, con algo de viento. La temperatura, no arrimaba a los 3 grados centígrados en el agua. Cosa determinante a la hora de detonar la conducta alimenticia de la trucha. Por estos páramos, la actividad del ciclo alimenticio en estas épocas se activa rondando los 7 C, siendo óptima a los 10 C


Así y todo, desoyendo el sentido común... bajamos por la quebrada. En la rivera, bajo las piedras, hallamos  algunas Efemeras y  Plecópteras. Apenas con un poco de movilidad, asumiendo el letargo del frío. Tomando la caja de moscas, recuerdo la bellisma Fox Tail en alambre # 12, diseñada por Sebastian Pagano, para este sector. La tome entre mis dedos y la ate al fluoro 7x.

Las horas comenzaban a correr... al igual que los metros de ascenso en el arroyo, y nada estaba despierto por ahí. Uno que otro pato del torrente que era indiferente a las bajas temperaturas. Cada paso se calculaba intentando no hacer ruido, condición excluyente en estos pequeños arroyos. En el agua, la vibración es captada por el pez , en forma muy eficiente. El entorno, tiene en pulso, un vibrato constante captado por la línea lateral del animal. La más mínima vibración de este pulso, denota una anomalía que el pez debería interpretar como una amenaza. Es un órgano vital para la supervivencia, dado que la guarda de predadores, acarreos y crecidas.


Con las manos heladas, ate otros patrones distintos a la Fox Tail.  Algunas impresiones de efemeras, se vinculaban al tippet. Las Pheasant Tail en anzuelo #14, con ribet rojo  tampoco daban resultados. El lugar estaba dormido. Y decidimos con los Pablos... iniciar las tareas culinarias obligadas al disfrute, un irremplazable  asado. Lo cual resulta una terapia inevitable y necesaria, cuando en el Manzano no hay actividad. Técnicamente, se  corta al medio día y se espera a las ultimas horas de la jornada.

La tarde... abría sus últimas horas con algunos rayos de sol tímidos. Hacíamos sobremesa entre ventolinas heladas que dibujaban en las laderas vientos de nieve.

Descendimos unos cuantos kilómetros, para buscar la ansiada temperatura. La geografía cambiaba. La aceleración del arroyo era notablemente menos. Debido a la levedad de la pendiente.  Esto permitía al arroyo, formarse en pozones mas amplios y en ellos... el agua podría capturar la temperatura y levantar los celsius a unos 8 grados. Este sensible y simple fenómeno, debería despertar el metabolismo de las truchas.

Atipicamente...vadeo por el vientre del arroyo. Intentando no pisar en falso. Esto me permite descubrir nuevos rincones, escudriñar como crío, cada lugar. Intentando descubrir hadas y duendes en el camino, pero reconozco que jamás he visto uno. Entre tanto intento presentando up stream, llegue a ese lugar. Un sitio que me paraliza. Un lies ideal.  En ese momento una corriente eléctrica, recorre mi espina dorsal y siempre es así. Ahí es el lugar... el sitio. Ahí, sera el encuentro con la trucha.


Como premonitorio... enciendo mi Gopro. Pegandome al suelo, lanzo desde lo mas abajo de la formación hacia arriba. Como mi gran amigo Dario Pedemonte, me enseñara, solo con una mano. Los primeros lanzamientos, no dieron con ellas.  Unos metros mar arriba, caña en alto... un roll cast posiciona la mosca en la costura de la corriente. Una tomada fugaz, me detona y suelta. Es ese momento donde la tensión es máxima. Repaso en mi mente todo. Tomo la mosca la reviso, controlo el tippet, y mi posición. Vislumbro a donde podre terminar la lucha con mi pez sin mayor riesgo. Lanzo nuevamente y mi blonda mosca profundiza. Ahí, es tomada por ahora... mi pez.


Segundos eternos de batalla, mi bambú sencillo de Castilla, se arqueba en la contienda. Pasto del arroyo mismo, hecho caña por Pablo Capllonch. Cuando una noche de luna, le dio espíritu a esta herramienta de solo pasto... pasto hecho arte. Ahí están, el pez, el arroyo y mi vara, siendo la misma trucha, tal vez al mismo sitio. Seguramente con mas experiencia.

Instantes mas tarde, aun agazapado, lanzo en la misma formación pero con otro sector. La mosca profundiza y es tomada contundentemente por una Arco Iris perfecta. Saltos y corridas determinadas en un descenso a la corredera inferior donde la haría a mis manos.


En el agua, sus escamas y su muscular existencia retornaban al refugio del arroyo. Rauda explota en huida. Una trucha macho de unos 400 gramos furiosos. Su mínima existencia, para mi convertida en enorme.

Sabía, como grabado en mi instinto animal primitivo, que habían mas truchas en ese lugar. El pozo, la profundidad , la luz, la temperatura y los elementos... me habían puesto ahí y era el lugar perfecto. En el mejor sector, en el mejor pozo. Lanzo nuevamente evitando el drag maldito. En decenas de tiros fui premiado en el último. Otra trucha tomaba mi ninfa. Una hembra bella se prendía a mi Fox Tail.


En segundos y sin subirla del hilo del arroyo, para evitar descompensaciones de presión, la libero. Ella se queda entre mis botas, luego... da la vuelta y huye hacia las cortaderas sumergidas buscando refugiarse. Me incorporo y feliz, doy por satisfecho el día.


Descubrí en este tiempo de pescador... que la pesca con mosca es algo bello... pero igualmente extraño. Incongruente y paradigmática desde sus conceptos naturales. Hoy... reconozco a la misma como una búsqueda. Tal vez de lo bello, de lo perfecto, de los momentos, de hermanos elegidos.  En este camino, disfruto cada instante, cada sensación, cada amigo y cada pez. Digamos... el viaje.

Cada amigo, y cada una de sus palabras sabias. Amigos de decena de conceptos obsequiados por su simple grandeza y generosidad. Cada uno... astillas de un mismo palo.  Ellos y mis truchas... son lo mas importante que el arroyo me dio. END


Autor: Jorge Aguilar Rech
Fotografía: Jorge Aguilar Rech y Pablo Aguilar
Contexto: Jornada de pesca de 6 horas.
Dedicación: con la especial compañía de dos gigantes, que mas allá de la pesca, y si infinita vocación, son grandes amigos Pablo Saracco y Diego Flores.
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