La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

Dorado... el Río del pez de oro

Nuestro destino elegido para la pesca de  Dorados, fue Salta. Específicamente el Río Dorado.
Elegimos el este bello río  por el escenario donde se ubica, ya que transita por la yunga salteña. Además... el agua es transparente lo cual hace más interesante y a la vista, la pesca del Dorado.  Nos contactamos con unos guías experimentados del sector los cuales operan hace mucho tiempo en el sector del Tunar, próximo al río Dorado. 

Los equipos elegidos fueron para el río Dorado cañas #5 o #6, con líneas de flote de preferencia, para ambientes tropicales. 

Llevamos un arsenal de 40 moscas para los tres días de pesca. Nos indicaron que en el río,casi  no se pierden moscas.

Apenas llegamos a Salta, Alejandro Haro, de Juramento Fly Fishing nos estaba esperando y nos trasladamos inmediatamente a el pueblo del Tunar, distante a unos 180 Km. de Salta. Antes de salir de la ciudad pasamos a aprovisionarnos de repelente de insectos.

En el Tunar, estaba la base de operaciones de Juramento Fly fishing, donde pudimos descansar, ducharnos y comer algo. Ahí... tuvimos las primeras conversaciones con los guías que nos acompañarían en estos  días de pesca, los señores Marcelo Zambrano y José.

Brotaron los consejos... los anti enganche de las moscas había que sacarlos, por que servían para anti enganchar los dorados, los lideres que ellos ocupaban para las líneas y protegerse de los insectos antes que nos piquen.

Ya en viernes  desayunamos temprano y salimos rumbo a la estancia San Fernando, distante unas 3 horas del Tunar, hacia el sector del Parque del Rey. 

En la estancia San Fernando el Lodge es una escuela desocupada y reciclada para alojar a los pescadores. El lugar es muy cómodo y hace que la estancia en la yunga salteña se haga muy cómoda.

Ese día, llegamos a las 10:00 AM, descargamos las camionetas y nos instalamos en las habitaciones. Nos vestimos de pescadores sin dejar ningún lugar de nuestro cuerpo expuesto a los insectos ya que nos indicaron que harían festín de nosotros. 

En camino al río  la Land Rover,  tuvo que sortear unos arroyos,  muchas subidas y bajadas por caminos en plena selva. Después de 40 minutos, llegamos a orilla del esperado río Dorado.

Cuando bajamos... los guías nos recomendaron que nos pulverizáramos, aparte del insecticida, con otro que se ocupa para fumigar, así no nos llenábamos de garrapatas... llamadas locamente o polvorines.


El río venia con poca agua, transparente y helada. En la semana anterior, había caído una helada muy grande en el sector, bajando drásticamente la temperatura.

Nos separamos en dos grupos uno aguas arriba y otro aguas abajo, apenas comenzamos a vadear el río una cantidad impresionante de  Sábalos y las Bogas nos hacia aumentar el ritmo cardíaco  El pique se desarrollo muy lento y nos hizo entender que la pesca del Dorado no iba a ser tan fácil.



Los piques fueron muy mezquinos, sumado a eso... el Dorado es muy rápido en su ataque lo que hace que el tiempo de reacción del pescador deba ser casi explosivo, para poder engancharos  Eso no es todo; después de un par de saltos el pez gana la pelea y se va como si nada, dejando a nuestra mosca nadando sola en medio del pozo. Ahí... nos dimos cuenta que la clavada debe ser realmente fuerte, y cuando digo fuerte. Su boca rodeada de hueso no penetra fácilmente el alambre del anzuelo.



Con gran tesón,  logré enganchar un Dorado de 6 kilogramos. con una vara TFO BVK #5 el cual me tuvo en jaque unos cuantos minutos ya que era muy difícil poder varar el pez con ese numeral. No era nada fácil la pesca del tigre del río.



Ese día, el score fue muy escueto. Obtuvimos entre los cuatro pescadores dos dorados en mano y una boga. También se obtuvieron varios piques que no se pudieron concretar.





Regresamos al Lodge, donde pudimos reponer fuerzas, refrescarnos, contar cuantas picaduras teníamos y comer un buen asado.


Al otro día, se declaraba el Sábado. Intercambiado el tramo del río, ahora nos toco río arriba, se notaba en pocos metros el cambio de vegetación, más densa y con más cantidad de animales y aves, este tramo era mucho más vistoso que el tramo río abajo. 

Vimos urracas, tapires, colibríes, patos, gatos del monte, loros, pecaries, garzas, flamencos, águilas y martín pescador.  Cabe destacar que esta zona no es muy frecuentada por la gente ya que se trata de campos privados los cuales están muy lejos de pueblos.


Caminamos un par de horas hacia arriba y así pescar río abajo. Llegamos a un pozo impresionante donde almorzamos y nos hidratamos. Armamos el equipo, ahora elegí una caña #7 con línea de flote, ya que el día anterior la lucha con el pez fue muy dificultosa con la caña #5. 


Hago los primeros lances con una mosca de unos 18 cm. negra con amarillo y cabeza Muddler, a penas cae en la corriente, que se formaba al ingreso del pozo tengo un pique explosivo de un dorado pequeño el cual no pude enganchar y el cual prometía un día mas agitado que el anterior.

El segundo tiro… pique y gana nuevamente el doradillo… para el tercer lance, enfrento la corriente de la rivera opuesta y un poco mas cerca, hago el lance y ahora... si que pude clavarlo.  Después del primer salto aseguro la clavada ya que no quería volver a perderlo.

Unos minutos de saltos y pude varar el doradillo de aproximadamente 1 Kilogramo, el cual al tratar de sacar la mosca me muerde y no suelta.  El guía me dice que lo metiera al agua y ahí me soltaría, así fue.  Ahí pudimos sacar la mosca y me quedo en el pensamiento como seria la mordedura de uno mas grande. El guía nos cuenta, que había visto dedos colgando y manos mordidas por pescadores incautos que por una foto descuidan la boca del pez.




Seguimos intentando en pozos, correderas y rincones. Mi amigo Huevo, engancha uno grande el cual logro asegurar con una gran clavada. Después de unos minutos pudo vararlo con una caña #7 y una mosca negra con rojo.


Después de ese Dorado, no tuvimos mucho éxito, hasta que el calor nos agobió y decidimos bañarnos en un pozón, lo que nos devolvió las fuerzas y el ánimo. 

Mas abajo en un gran pozo, Huevo clava un  Dorado muy grande que después de unos saltos, correr con la línea unos 20 metros mas unos minutos de tensión, logra escaparse dejándonos con la adrenalina a full. 


En el próximo pozo logré pinchar un Dorado de unos 5 Kilogramos.  Tuve una corrida de 10 metros, sacándome gran parte del backing el cual se me enredó en los pies y logró escapar.

El día se estaba acabando, la pesca estuvo más movida que el día anterior, pero los Dorados estaban ganando por goleada. En el último pozo del día logre, sacar una boga de unos 2.5 kilogramos.


El Domingo, nos esperaba la flotada del Juramento, que según nos habían indicado habían dorados mas grandes pero era mas difícil de clavarlos.  Estábamos ansiosos de lograr una gran pieza. Con avidez y habiendo hecho una buena pesca, nuestro instinto, nos pedía mas. Así cerramos el día en el Dorado, soñando con el Juramento... el de los dorados gigantes. END



Autor: Anibal Espronceda.
Editor: Jorge Aguilar Rech
Fotografía: Anibal Espronceda.
Pescadores: Anibal Espronceda,Mario Borquez, Rodrigo Grez y Cristóbal Tapia.
BROWN TROUT ARGENTINA
Copyright 2013.
Todos los derechos reservados.




Lo que nos cuenta el Picheuta.

Extractos de la magnifica obra de Sergio Bongiovanni, Lo que cuentan los ríos.

Sus costas cargadas de historias sintieron el retumbar de los primeros disparos de mosquetes y el choque agudo del acero de los sables y bayonetas; donde el humo de la pólvora se mezcló con los primeros gritos de los que estaban dispuestos a dejar la vida por la Libertad Emancipadora de América, corre el Picheuta.

Este arroyo, que vierte sus aguas en el Río Mendoza, se encuentra a unos veintiún kilómetros de Uspallata sobre el recorrido de una de las tres Rutas  de  la  Provincia  de  Mendoza  ocupadas  por  el  Ejército  Sanmartiniano para pasar a Chile, conocida como Paso de Uspallata. En un sitio aledaño al arroyo, un fortín de avanzada, con un reducido número de milicianos sería de suma importancia para la custodia de esta ruta. Desde su emplazamiento se podía divisar cualquier movimiento de las tropas enemigas.



Pequeño alojamiento o lugar de reunión de la gente, es el significado que daban los indígenas a Picheuta. En el arroyo que adopta su nombre, se vuelve a repetir la convocatoria; incansables pescadores, acicateados en sus apogeos, caminaron sus ásperas cuestas y acarreos en busca de aventurosas sensaciones que guardaban sus aguas. Su incesante caudal acunó los históricos inicios de la pesca de salmónidos en esta zona de la Provincia.

Con el envión heredado de los que nos legaron sus andanzas, esa mañana nos encontraba sobre nuestros pasos tanteando piedras enormes; otras engañosas en su entereza nos hicieron derrapar sobre el ríspido pedregullo. Se iniciaba noviembre con nuestra primer salida a los arroyos. De a poco su caudal se iría engordando mostrando su bravura hasta llegar a los límites de peligrosidad para poder vadearlo. El primer tramo, largo, pesado y engorroso en su tránsito, nos había agotado.

Veíamos, recostada sobre una de las laderas de los cerros, cómo una larga lengua de barro había descendido invadiendo el arroyo que en ese sector venía encajonado. Su color ladrillo hacía más curioso el cuadro, al igual que dos chinchillones que estaban tomando sol y huyeron veloces a sus madrigueras entre las grietas de una roca. Julio recuperando su aire, prometía que dejaría de fumar para disfrutar futuros viajes, mientras nos arrimábamos a la llamativa formación. Comenzamos a subir por esta sólida masa, mezcla de piedra y barro, fuertemente endurecida. Desde una giba, alcanzamos a divisar un espejo por el agua contenida. Se había formado un pequeño dique, que dejaba verter sus aguas por entre las rocas de su base sin alterar significativamente el caudal del arroyo.

Detenidos a la altura del paredón contenedor, miramos hacia arriba, a la cima de los picachos cumbreños; una gruesa y espesa franja de lodo marcaba su descenso hasta nuestros pies. Y empezaron las deducciones por saber el origen de la obra propia de la naturaleza. Esa franja ocre fue producida por un alud de masa arcillosa que había bajado arrollando con todo lo que encontró en su camino. En las cimas de las montañas, suelen formarse reservorios naturales de agua en altura debido a que el sedimento, las rocas y el hielo van generando una especie de tapón, dando lugar a la acumulación de agua por deshielo o tormentas. En algún momento las  filtraciones debilitan la pared, cediendo su contenido y provocando así un repentino alud. Julio quedó callado ante la explicación de Gustavo, mirando la voluptuosidad del fenómeno invasivo, empapándose de los rigores de la montaña. Nos quedaban unas arduas horas de marcha todavía; aún, debíamos pasar por una cascada que vierte sus aguas al vacío por varios metros, conocida como el Chorro de la Vieja.


Más adelante una piedra gigante al costado del arroyo sería el lugar donde acamparíamos, aprovechando la llanitud del terreno y la abundante leña. Pero la serenidad de las azulinas aguas del diquecito, que habían invadido los tamarindos y jarillas recién brotadas, dejaba traslucir el color intenso de sus follajes en las profundidades, y al ver, entre la vegetación ahogada, circulando unas truchas bastante desarrolladas, decidimos quedarnos. 

Con el armamento listo, nos arrimamos sigilosamente a la orilla del embalse cordillerano y huyó el natural intercambio de camaradería que caracteriza a este deporte. Enzo José le enseñaba a Julio unos nudos mientras debatían qué mosca podrían colocar. El porteño, no se quedó atrás, y nos daba una verdadera clase de lanzamiento aprendida en su ciudad natal; en la Capital Federal, debido a la falta de ríos y lagos trucheros, a los aficionados a este deporte no les queda otra opción que practicar las técnicas de lanzamiento en los espacios verdes de la ciudad, por lo que adquieren acentuada habilidad. Julio logró colocar, en uno de sus tiros, la mosca cercana a las rocas de la costa de enfrente. Estaba ensimismado, con cara de preocupado; el escenario se le había complicado. Después del lanzamiento perfecto, había que recoger rápidamente la mosca para que no se hundiera demasiado y a la vez evitar que se enredara en un matojo de ramas y hojas. Escuchando los consejos de Enzo, José, Julio sorteaba la mayoría de los obstáculos naturales que no están en la teoría de los libros; ganar experiencia le requeriría pasar horas junto al arroyo.


El choque emocional tampoco estaba previsto; la adrenalina corrió por su cuerpo despertando un “¡¡guauuu!!, ¡qué piquee!”. Y enmudeció; otra vez, el porteño había quedado sin habla, pues había clavado su primer trucha en tierra cuyana, y entraba al segundo round, para tratar de sacarla. Recogía la línea para traerla desde el oscuro fondo; el reflejo del sol sobre la superficie del agua no nos dejaba ver bien hacia dónde se movía el pez.

Julio, con voz agitada, decía que debía ser una trucha muy grande porque la sentía pesada y peleadora; costaba acercarla. Cuando estuvo próxima a la orilla, dejó ver un plateado fugaz en movimiento y arremetió como un refusilo destellante desapareciendo por completo sin haberse desprendido de la mosca, lo que obligó a Julio a ceder línea. El trabajo de arrimarla comenzó nuevamente, pero esta vez parecía cansada.  A unos metros de nuestra vista, observamos algo extraño en la trucha que venía enganchada de la mosca. Ya más cerca, parecía un ensamble de dos peces unidos por sus cabezas. Gustavo se arrimó y con un poco de resquemor, la tomó entre sus manos, sacándola fuera del agua.



La imagen de canibalismo nos dejó impresionados. La glotona trucha arcoíris no pudo con su voracidad y estaba atragantada con una de sus hermanas, que aunque de menor tamaño, le obstruía la boca y quedaba afuera más de la mitad del cuerpo y la cola; parecía imposible que la pudiese deglutir.  ¡Increíble!, estar atorada no le impidió ser seducida por la mosca de Julio. Vaya tentaciones la de estos peces no autóctonos. END.

Autor: Sergio Batata Bongiovanni. Del Libro LO QUE CUENTAN LOS RÍOS.
Edición y Contextualizacion: Jorge Aguilar Rech. (con autorización del autor)
Fotografía: Jorge Aguilar Rech, Pablo Aguilar y Sebastian Pagano.
BROWN TROUT ARGENTINA Copyright 2013.
Todos los derechos propios reservados.
Agradecimiento Especial: A mi amigo Sergio, por hacer de algo tan simple, una obra de arte. Y con esa simpleza de los seres enormes... compartirla.
A Viviana Michelan, por su gran apoyo a nuestros proyectos.