La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

La boca del Bonito. Un suspiro.


Era por mediados de Febrero, cuando partíamos para la Villa.  Lleno de sueños e ímpetu, la camioneta se llenaba de mates, historias y bizcochitos Don Satur.  Pero cuando las salidas de pesca con amigos salen perfectas... son memorables. Ahora, cuando la misma se colma de problemas, marchas y contramarchas... no invade el desánimo. Habíamos pasado por una rotura del vehículo importante en donde debería haberse presentado todo sencillamente. Cada solución desde una grúa que jamás llega hasta un tornillo que  no se conseguía... todo era una gran embestida al ánimo del grupo.

Así, con desesperanza sincera ...me reuní con un gran amigo y partner, Raúl el Gringo Iturbe. Malargüino radicado en Villa hace muchos años.  Excelente guia, de gran valor humano y profesional. Cansado, confundido por las circunstancias problemáticas, supo dar aire fresco con el cercano destino visitado. 


Estábamos ahí... a una cuadras de la Villa. La boca nos esperó. Era la primera hora de la mañana cuando Raulito nos intercepta sobre la ruta. Armado con sus perfectas cañas Loop y la gran experiencia en estos ambientes que se le desprendía sin egoísmos desde su buena hechura. La luz de la mañana me sometía a una intensa clínica sobre manejo de Shootings. Indispensable para trabajar algunas áreas de extrema distancia y profundidad.

Bahía Manzano era testigo de las hazañas del shooting. Aguas oscuras y profundas no registraron pique alguno. Tal vez por nuestra inexperiencia o tal vez, la escasa temperatura.

Ya al mediodía... nos desplazamos a la Boca del Bonito. Una promesa de romance con las Fontinallis. Caminamos algunos metros sobre la playa de arena clara, salpicada de cipreses  y arrayanes caídos. La boca se veía perfecta. Con un inmenso arenal y un veril a unos 40 metros azul profundo. Línea tan lejana para muchos de nosotros... cuando recibimos la noticia de nuestro instructor: -Ahí hay que llegar-. Un desafío total para nuestra experiencia. 

Dejamos sobre unos troncos  nuestras cañas, bolsos y menajes, para aferrarme a la poderosa Loop Cross SX número 7. Opte como opción, imitar a algún pez pequeño herido, con rojos matices y brillo. Los largos casteos fueron llegando con la práctica de las horas.


Marcelo Pérez, abría la jornada de Fontinallis. Una contundente tomada le sacudía la inercia de la mañana. Lo carajeaba, lo desafiaba y este redoblaba la apuesta.  Fue desmesurada la pelea que le dio este pez. Finalmente lo tenia en sus manos y lo devolvía  a su medio.


En un inmejorable casteo, al menos para este humilde aprendiz, comienzo a imitar un movimiento lento y suave. Pequeños tironcitos alternados con tiempos de detenimiento. En uno de esos tirones... siendo una tomada contundente, húmeda y tosca. Me detengo, retomo los strips y nuevamente otro tirón me sacude el instinto. Clavo y siento la furiosa resistencia del animal clavado. Unas largas y grandiosas corridas me intimidaba, pero a la vez mi excitación crecía. El corazón por momentos se me salía del pecho, sus corridas enormes me angustiaba ante la potencial pérdida de la captura. Unos diez minutos eternos de pura energía, llevaron a la Fontinallis al copo de Raúl. Ya entre mis manos... observe extasiado la pura belleza de su piel, sus tonos y colores. Su estructura muscular y la ya prominente mandíbula inferior que me indicaban su género.


Diego, en unos metros se había hecho de otra Fontinallis destacable. Al mismo tiempo las luchas se encontraron en el instante perfecto.

Por unos instantes... habían desaparecido los problemas angustiantes del viaje. Todo fue convertido por esas simples truchas. La alegría de sostenerlas unos  instantes solamente, junto a la inexplicable acción de devolverlas, la alquimia que se emana entre hermanos mosqueros... fue y sera el sello de un instante imborrable en nuestros recuerdos. END


Autor:Jorge Aguilar Rech
Fotografía: Diego Peixoto, Raúl Iturbe y Jorge Aguilar Rech
Edición Fotográfica: Jorge Aguilar Rech
Edición Literaria: Jorge Aguilar Rech
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