La pesca es un acto ambiguo en nuestra especie.
Un instinto tal vez, para algunos. Definitivo y pragmático para ellos, que entienden que ese animal debe ser parte de algo necesariamente que los beneficie. Y sin excepción, es necesario la muerte del pez, para que el acto de beneficio unilateral se complete. Este beneficio, requiere necesariamente el perjuicio del otro. Es el ancestral juego de la presa y el cazador, del dominador y el dominado, de la vida y la muerte, de la mente superior y racional dominando al instinto puro. Nos define como humanos este acto irremediablemente binario. Nuestros ancestros y algunos modernos, se preservan inmunes de cargo de culpa alguno, en el anonimato del cardumen, de la masa, de la cantidad casi pop art de la pesca recreativa que realizan. Para saciar la necesidad de comer, ser el pescador exitoso de la comunidad, el alfa, que conoce los secretos de cómo mantener a la tribu y hasta la práctica de un balance económico financiero, en base a lo invertido, dividido kilos de pez capturado y sacrificado.
Noble vida animal que alimentara el cuerpo y el ego de este moderno pescador tribal.
Es aquí... justo aquí, donde se engendra la filosofía de la pesca con mosca actual. Naciendo del cambio total de perspectiva de esta práctica binaria y abriendo una nueva vertiente de pensamiento de la actividad. Sin cuestionar el origen de por sí, del uso de artificiales en la antigüedad ni la pesca con fines comerciales o de sustentación en ningún momento.
Busque permanentemente la respuesta del - ¿porque pescamos con mosca? - y todo lo que ella trae consigo. Parte de la respuesta probablemente sea que... la pesca con mosca es ese acto de irreverencia necesaria, donde intentamos cuestionar el instinto reptil, básico y binario, para hacer algo noble, puro y bello.
Entendiendo que el ser humano moderno no necesita cazar y pescar en forma directa para alimentar a su tribu o familia. Y que esto lo ha convertido en una actividad de esparcimiento que exige determinada aptitud deportiva y aeróbica. En ello, no es ético considerar al pez mi adversario o mi rival, dado que, ¿cómo podría ser un inocente pez consciente de esta rivalidad? ¿Como él, podría competir conmigo, siendo su único instinto disponible, el de preservación?
Buscar la belleza en lo simple, en lo puro y frágil, en lo verdadero y sincero, es en el tiempo de lo inmediato, lo veloz y fácil, el mayor acto de rebelión posible. De eso hablamos cuando pescamos con mosca.
Hablamos de sentir cada instante al máximo. Los aromas, los sonidos del entorno, la brisa, la temperatura y la humedad del aire. Las luces y sombras que danzan con el sol. Luego, observa el agua. Ahí donde está el pez. Su color, temperatura, si corriente y velocidad. Finalmente, veras o sentirás al pez. Pensaras como él. Mientras más sientes y percibes.
Mientras más conectas, más comprendes al pez. Eso es mas allá que ver, más que observar. Es contemplar. Es abordar la verdadera es la conexión del pescador con el pez. Te convierte en un ser más del entorno.
Es ahí donde la pesca ocurre. Cuando tu mente vibra con la naturaleza. Cuando eres un pez.
Ahora que eres igual, juega de igual a igual. Sin trampas. Sin trucos. Inteligencia vs instinto.
Desde este punto, es el viaje de no retorno. Ante la captura del pez, la piedad o crueldad, la delicadeza o brutalidad, el respeto o estupidez de tus actos para con el él, definen quién eres en el mundo humano. Te describen como ser.
Así como también si decides que este sea tu alimento... se piadoso.
Él, solo cuenta con su instinto de supervivencia y necesita huir para sobrevivir y prolongar su especie. Tu... tienes una gran oportunidad para trascender, demostrándote a ti mismo, a través de una caña tus valores. END
Fotografía: Pablo Aguilar Quiroga
Edición: Jorge Aguilar Rech
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