Me siento cómodo con su escala, su proporción. Tal vez con sus pretensiones. Cuando escucho el incesante arrullo del ir... sin retorno. Sin piedad. Sin culpa ni engaños.
Memorizar cada una de sus formas y estructuras. Adaptarme cuando cambia y muta después de sus temperamentales expresiones de verano.
Quiero sentirme mas que nunca un animal de su fauna. Tan simple... tan ignoto. Puedo imaginar duendes y hadas buscandome, después de la sista de la tarde, para pescar algún pez. Que el daño y el dolor no exista.
Embriagarme con el suave perfume del tomillo y las uñas de algún muérdago rozándome el brazo. Puedo también inhalar hasta el dolor el fresco aire de sus sombras y beber... también puedo de su velo de sinceridades y brillos.
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