La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

Amor Amarillo. En busca del Gran Dorado.


Amor Amarillo... tal vez sea un amor poco correspondido. Nuestro Dorado, a veces se pone esquivo. A veces... a veces la aventura corre en otras venas, que no son las nuestras. No son las del agua. Son las de la carne.

Es extraño para los andinos y patagónicos... pescar en tremenda expresión de la madre naturaleza. Es salvaje pensar en aguas mudas y turbias, En aguas clientes, que gritan con la fuerza de una bestia. Contrastando el marrón de tinte tierra con el oro del cuero Dorado.

Ahí estábamos los cuatro... Federico y Guillermo Monserrat, Marino Polaco Remi y quien relata... despojados de equipaje, un par de varas, una caja que atesoraba plumas y una muda de ropa solamente. Salíamos rumbo Noreste... a soñar amarillo.


La euforia de la primera mañana, los saludos y los adiós se apagaban de a poco, cuando la Ranger devoraba kilómetros y kilómetros al norte. Norte que ardía cada vez mas. 

Llegamos a Atamisqui, entrando como púa de Vinal, por el corazón de Argentina. Atravesando la tierra de Chepes, directos por la Ruta 141 cicatriz de asfalto. Nos despertaban los ponchos Diaguitas de enardecidos telares, los cueros de bichas y el aliento húmedo y caliente de la selva Santiagueña.  Un paisaje pleno de arenas y arcillas, espinas y verdes profundos de Guayacanes y Algarrobos.  Y en el marco... el milagro del agua que lleva en su alma indígena,  la historia del color tierra, de la piel del nativo; el Dulce.



Las calles de tierra y el atardecer del pueblo, nos recibía como forasteros. Las caras de los niños y las personas grandes, nos miraban hasta perderse en el polvo del camino.  Unos minutos mas tarde, llegaríamos al  Hospedaje. Sencillo y familiar... alojaba a pescadores de todos lados, de todas las mañas y artes. Una especie de Babel pescadora, donde la biblia y el calefón, convivirían. La carne y la pluma sentados en la mesa.

Apenas llegamos, decenas de imágenes retro, nos palpitaban las pupilas.  Un viaje al pasado de instrumentos de casi 150 años. Nuestro dormitorio, nos guardaría... en  una noche de atado y estrategias,  entre isotónicas, Camparis y destilados varios.





Teníamos mas de 50 moscas, y 10 leaders de acero de 10 libras. Una sutileza que nos expondría mas tarde.  El sueño nos ganaba en la partida de la noche. Las almohadas heladas de aire acondicionando se convirtieron en las hadas del sueño, que nos separaba del abrazo de los 36° C del exterior.

La mañana nos tensaba las caras. Un desayuno con sabor a casa, nos daba el empujón para la primer mañana de pesca. La estrategia era vadear la zona de Atamisqui. Pasamos el pueblo y las sendas cada vez mas espesas de matas... nos metían al monte espinoso y húmedo. Los cactus cercanos, al medio día... hervían como en un sueño de fiebre. De fondo el violín reseco de los Vinales en la chapa de la camioneta, y el silencio del monte. Solo el silencio.

Nada ... pero nada anticipó al río. El silencio era la metáfora del agua que calla. Las sombras amigas...nos guardarían el refugio hasta la tarde.

Comenzamos a armar nuestros equipos. Personalmente, armé mi vara #6. Poderosa y liviana, me permite trabajar estas plumas pesadas, con gran precisión y presentación. Posteriormente... la temperatura relevada del  ambiente era de unos 32° C. Daba lugar para la línea de hundimiento intermedio, Fast II. La escasa cantidad de agua en el río la haría oportuna, pero no óptima.


Ya en el agua, el vadeo era cada vez mas profundo. Las arenas del fondo te invitaban a cruza el ancho del curso. Inmediatamente  nos dimos cuenta que dada la escasez de profundidad, la concentración de palos, y la gran precisión requerida, la opción de flote se hizo presente en el cassette del STH. Una noble Orvis Silver Label WF 6 F , trabajaba al límite de la temperatura en forma estoica.   Los miles de cast a los palos, se sucedieron de miles mas. Solo un huérfano doradillo, entre los palos... se hacia irrecuperable. 


Por otras varas, por otras manos, Federico, pinchaba un grandioso Dorado. Su vara lo peleaba de cuerpo entero.  Unos minutos mas tarde, le daban cobijo sus manos y lo devolvía al velo terraverde del agua.

Las aguas bajaban mudas, solo las moscas hacían ruidos y algún chapaleo que otro. Los Dorados estaban cazando. Así... pasaron las horas.  El medio día nos llamaba al refugio de las sombras que no se atrevían a refrescarnos.


Caía la tarde cuando Mariano, me acompañaba en el vadeo. Seguro,me comenta, -Acá saco el primero.  Un cast con su Sinking Tipp, a los palos... apena toca el agua detona a un Amarillo. El salto fue enorme, enfurecido de oro y escama... el animal peleaba por soltarse. Alejándolo de palos... lo varó en la arena. Previo a saltar tres veces más. Lleno de energía vital, el BG, lo muestra y libera acto, intacto.



La tarde, la temperatura y el lento pulsar del agua, nos dejaban solos...con las bogas y sábalos en coros de hatchs. La luz nos daba permiso para volver a casa.

El día segundo de vadeo, nos quemaba la piel. El día anterior, el sol había trabajado algunas partes de nuestro cuello y manos. Medio día en Atamisqui, nos dejaba con las manos vacías y solo un excelente Bagre, que se prendía profundo... en la mosca de Guillermo. 


Loreto, nos llamaba entre el viento y el agua. Cerca de las 14:00, nos hallábamos en los palos cercanos al puente. Era una postal de robadores y pescadores con carnada. El paisaje evidentemente mas urbano y manejado, nos permitió adentrarnos casi 1 kilómetro fuera de ruta por la pradera espinosa del costado este del río. Comenzamos a armar nuestros equipos y en instantes estábamos con el agua en la cintura, con las plumas a los palos. La estrategia era buscarlos en todos lados. Arriba, abajo, en los palos, en las correderas. Utilizamos líneas  de flotes WF, dado que el rango de temperatura nos permitía trabajar con ellas fácilmente, y un Sinking Tipp, que manejaba Mariano. Así lo hicimos... avanzábamos río abajo, sigilosos vadeando en línea. A metros nos encontrábamos con las primeras trampas de los lugareños. Habían pozos que hervían de sábalos.  Y predecían Dorados.

Entre espineles, trampas y  enramadas... nos cerraba el telón la noche,  las manos vacías .. las varas tiesas. Con el cuerpo empapado de sudor y ardor. El Dorado, que días atrás, aplaudía en las aguas del Dulce, se hacia esquivo. En la camioneta, evaluábamos y re evaluábamos estrategias. No quedaba mas que hacer. El día siguiente... flotaríamos desde Las Barrancas de Loreto.

La noche, se cerraba en nubes de tormenta. Flashes y oscuros, con estrepitosos truenos y rayos, nos intimidaban. Un viento saturado de arena,  nos movía la camioneta en la ruta, negra de sombras y luces. La lluvia prometía refrescarnos... pero no cumplía.  La tormenta se declaraba sobre nosotros. La lluvia caía sin cesar. Amenazaba la flotada del día siguiente.


La luz de día nos mostraba un gran barreal por doquier.  La Ranger apenas se podía mover en las calles barrosas de Atamisqui. Todo cargado en la pick up... cañas, víveres,  la tech en los estancos correspondientes... nos llegamos a Loreto. La casa de Alejandro Coria conocedor y guía de Mario Santillan Guiadas, nos cambiaba el humor. Hacíamos trasbordo a la Explorer, con una  montada balsa y  catarraft,  los que acompañarían nuestro derrotero por el Dulce.


En el medio del monte, las huellas empantanadas, nos obligaban a bajar de la camioneta, desenganchar el trailer con las embarcaciones y a mano... pasar el humedal. Repletos de barro... nos galopaba la mente para encontrar al río pronto. Minutos mas tarde, el río... se declaraba en franco y lento descenso.  Apresurados... comenzamos a armar el catarraft, para que los remadores Monserrat y Remi, iniciaran la jornada.



Primereando la costa de los palos... disponíamos a armar la balsa. Así con la distancia de unos trescientos metros, comenzábamos a bajar por la lenta lengua del río. Los cast largos.... entre 20 a 25 metros, prestaban centenares de moscas a los palos y al Dorado. 

Íbamos probando en cada formación.  Incluso... en los extensos flats y pegado al fondo. Los resultados, no llegaban. Con la experta guía de Alejandro, cada rincón de los palos era explorada. Imágenes perfectas, eran capturadas por mis ojos. Dorados cazando en el hilo del agua. Ante la presencia torpe de mis plumas, no acusaban mas que silencio. Lejos, a veces atrás nuestro, y a veces... en frente de nuestros ojos, los Dorados aplaudían.   Era un día extraño, nos comentaba Alejandro. Los Dorados deberían estar comiendo.

En una formación ideal...de  palos blancos como hueso. Hundidos casi por completo,  que desviaban la corriente principal y la dividían y arremolinaban, conformando un lies ejemplar. Estábamos a la altura del comienzo de Las Barrancas.  Nos posicionamos con el experto balsero, arriba de la corredera, a unos 5 metros. Lanzo al cabezal de la formación y en ese preciso instante una enorme masa de escamas amarilla emerge  toma mi pluma verde azulada y violentamente la sacude y se sumerge en el alma de la corredera. Tiro hacia atrás clavando al raudo animal... dejándome sin leaders, sin mosca y sin escamas. La imitacion de lagarto... había sido la detonante.


Mas adelante... un fino resabio de tierra definía una barranca de unos 3 metros de alto. Hacia allá nos dirigimos. Mientras Alejandro, se dejaba llevar por la corriente, reponía mi leader y lo cambiaba por uno de 20 libras, y hacía al acero mi mosca recomendada.  Posicionado casi paralelo a la costa y entre lineas robadoras y carne,  me subyugan las escamas de un dorado de unos ocho kilos. Mil veces presenté en los palos de la corredera. Poco decoroso, abatido y entre mis manos, un gran Dorado se entregaba. Un gran pez. Muestra de lo que el Dulce tiene... aunque sea por un tiempo mas. Segundos mas tarde... lo devolvería a su dueño, al río. 

Es increíblemente paradigmático lo que el Dulce despierta.  Desde su impenetrable manto marrón,   que  nos niega el fondo. Su lento correr, que nos da respuestas al folclore  de la tranquilidad Santiagueña.  Su exuberante fauna... entre xerófilas que nos cuentan la historia el calor infernal, la humedad y la sequía.  En este escenario de contradicciones, el Dorado. Nuestro Amor Amarillo. Hoy esquivo.

Dorado, esclavo de la natural carne de los espineles, de las redes y robadores. Dorado mío y mas aún... de los nativos. Dorado de un amor no correspondido de pleno. Dorado amor amarillo. 

AMOR AMARILLO Experience. from BROWNTROUTARGENTINA Fly fishing on Vimeo.

El amor amarillo tal vez sea eso... buscar a un pez excepcional, llegando al limite de cualquier mosquero. En un escenario de un río sobre pescado, donde también el paradigma se traslada a la metáfora de la pluma que cuida y la carne que diezma. END.



Autor: Jorge Aguilar Rech.
Edición: Jorge Aguilar Rech.
Video: Amor Amarillo Experience. Brown Trout Argentina
Fotografía: Jorge Aguilar Rech, Guillermo Monserrat, Federico Monserrat y Mariano Remi.
Protagonistas: AMOR AMARILLO EXPERIENCE by Brown Trout Argentina.
Agradecimientos: A  Alejandro Coria conocedor y guía, por su gran profesionalismo y compromiso. A Mario Santillan Guiadas, por la excelente atención brindada a este grupo, su gran compromiso con la conservación de recurso y nuestro trabajo. También por su gran atención al grupo, por lo cual lo recomendamos ( teléfonos  +543854711197/ doradosdeldulce@gmail.com /Mario Santillan y +543854758349, Alejandro Coria- Loreto, Santiago del Estero, Argentina).
Todos los Derechos Reservados.
BROWN TROUT ARGENTINA Copyright 2.012.


Pensamientos junto al Río.


Los verdaderos hombres... no matan Dorados. Y lo digo con el dolor de haberlo visto entre espineles, trampas y redes. Entre plásticos y robadores. Es hora de cuidar lo nuestro. END

Autor: Jorge Aguilar Rech.
Edición: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Jorge Aguilar Rech.
BROWN TROUT ARGENTINA
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Todos los Derechos Reservados.

Las Pircas. El arroyo de las hadas

Es inevitable pensar en las historias del arroyo, cuando un pescador se interna en sus dominios. Pensar en cuantas almas... en los siglos, transitaron por él, cuantas personas, hicieron de sus aguas sustento de vida, alimentándose de los que ya casi... no estan. Que maldicion caeria sobre los nativos Huarpes, Bagres Otunos, y Cangrejos...

Los arroyos susurran las historias del tiempo.  El Pircas casi escondido, guarda sus historias entre el pedregullo, las espinas y el canto del agua. Los Huarpes escapaban de la esclavitud del oro, y se refugiaban entre sus quebradas. Hoy... volvemos a pescar entre las historias, volvemos a pescar las truchas de sus correderas, escapando también de la esclavitud moderna.


Llegábamos al Puesto de los Videla, al atardecer. El cielo plomizo, amenazaba. Pero las ganas de estar ahí, minimizaba el estímulo plomizo del cielo. Mientras habíamos subidos, a los 2.000 metros sobre el nivel del mar, la temperatura había descendido, así también las luz de la tarde que moría en nuestros ojos.

Las sombras de Josefa y José, deambulaban entre las arboledas del puesto. Un abrazo de amigos nos daba el calor faltante en el aire. Mientras las primeras gotas, duras de hielo, tamborileaban en las chapas del rancherío.

La noche nos caía en las miradas cansadas del viaje, mientras José no preparaba las sabias carnes del asado, regados con un vino noble y sincero. Que a la hora del fuego... nos alentaba a contar historias de cuatreros, Huarpes, cuentos de la luz mala y pobladores del pasado.



Las horas de la noche se hacían borrosas y las lenguas se iban secando de historias. El sueño nos apagaba la conciencia invitándonos a pensar en el amanecer.

El canto oxidado del gallo... me despertaba a la primera luz de la mañana. El aire fresco me dolía en mis pulmones. Pero me hacia adicto a él.  Los álamos blancos de la penumbra iban de a poco... pintando el cielo de amanecer. Y el gallo... implacable. Los ruidos del puesto se agitaban de a poco. Y el arroyo a lo cerca ... les hacia el coro de agua.

El amanecer en las montañas, es como un canto a la vida. Un evento que tiene magia de elemental y que  late.  Es la vida de la luz, abriéndose paso al frío de la muerte de la noche. Así... entre rosas y violetas congelados despertaban los Cerros Bellavista y La Espuela. La vida nos habría la escena y nos prometía.

Luego de consuelo del desayuno, nos preparábamos. Varas #1 y #3, con lineas de flote y leaders trenzados Duck Master, acompañarían nuestro día. La estrategia era esperar que el sol, calentara las piedras del arroyo y así, las Fontinallis y Arco Iris...  se despertarían del letargo del frío. 



Nos acercábamos al arroyo y bajo los clastos decenas enfurecidas de plecopteras y efímeras. Cada piedra hervía de macroinvertebrados. Pardo oscuros y selectas plecopteras claras. Nuestra mosca atada,  fue una Hare Ear, en alambre #22. Perfectamente atada a un invisible 7x.  Partíamos con una temperatura de 5,5° C, pero al llegar al medio día... la vida eclosionaba en la piedras.

Decenas de Mayflys, se desperezaban entre las caras secas de las piedras, pintadas de sol manchadas de sombras. Las hadas del arroyo... se desperezaban al calor.



La situación de temperaturara era perfecta para las secas... pero la escasa estructura del arroyo, nos limitaba al extremo de ser imposible trabajarlas.  Decidimos así, continuar con nuestras ninfas, trabajándolas en emergencia con algunas sub imago. Las detonaciones de las Arco Iris eran prominentes. Al finalizar la estructura mínima de la corredera... nuestra mosca bajando a deriva natural y al final... levantando la vara, simulando una emergencia; ahí... mordían furiosas.  Unas cuantas sacudidas y vehementes contorsiones, daban lugar a un laxo estado de letargo, típico de las épocas. 




Magalí, nuestro bello diamante, estaba solo a a unos diez metros arroyo arriba. Desde una roca que dormía sobre el borde del arroyo... sentada y cómoda como solo los niños están en estos lugares. En soledad... pinchaba una pequeña Fontinallis. Su segunda trucha en sus cortos cuatro años, levitaba... inevitablemente. A los segundos devolvía su captura a la seguridad del agua de su amado arroyo.

La hora del medio día, nos llamaba a un simple almuerzo entre las rosas mosquetas, veguitas y aromas de cilantros.  Fiambres y quesos, acompañados por un pan casero inigualable... nos daban respiro en el ascenso. 



De fondo... los brillos de la nieve cercana, el mantra del arroyo, los verdes secos y las sombras bajas de las rosas mosquetas, daban escenario... al mas bellos de los restó. 

Nuestras miradas se unian... padres, hijos y hermanos... en perfecta comunión con el arroyo, con el aroma, con el viento... con cada trucha pescada. Tal vez esa... sea la esencia.

Dando entendido que este lugar, este instante, este momento... era el mejor de nuestras vidas. Era donde queríamos estar. END

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Autor:Jorge Aguilar Rech.
Edición: Nicolas Aguilar.
Fotografía: Jorge Aguilar Rech, Pablo Aguilar, Benjamín Aguilar y Nicolas Aguilar.

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