La escencia...

Consideramos al relato de una experiencia de pesca con mosca, como algo extremadamente sensorial. Desde lo visual y literario, cada salida de pesca se expresa libre de egoísmos, despojados de los espejismos de las recetas y con la permanente e inefable búsqueda de lo bueno, lo puro y perfecto.

El Pircas que arde.

Un sueño inconcluso. Un grito de libertad de muchos, que aún resuena en mis venas, en mis batallas diarias y deseos de justicia.

Un arroyo perfecto, nacido en las entrañas de la Pacha Mama.  En las verdes vegas que son la placenta guardiana de su origen en el útero Campanario.  Arroyo que acuna, entre millares de pozones diminutos, a las últimas Fontinallis de arroyo, en la Provincia de Mendoza, República en Argentina.

Pescarlo en estas condiciones... atiborrado de alambradas, es por lejos incómodo. Un extraño sentimiento de angustia me anuda el estómago. Rodeado de las miradas de los arrebatadores, mas prepotentes que leídos, arengados por malditos proxenetas de tribunales que se hallan ahogados en expedientes jurídicos, dinero sucio y burocracia taimada,  mas que en el cumplimiento de las normas pactadas por todos. Esas mismas que nos hacen verdaderamente iguales. Cuan esclavo se puede ser siendo libre.


Nos paramos en la puerta de la casa de madera, al costado de la Ruta Provincial 94, como extraños conocidos. Intentando simular que no pasaba nada. Los caballos listos y el baqueano presto a la partida, armaba a la yegua carguera. Callados como tumbas, la brisa nos zumba en las orejas. Nos inundan los sueños de truchas y tal vez... los de libertad.

Comenzamos a adentrarnos en la Estancia entre caseríos y alambres mas atrevidos que legales.  Las rosas mosquetas nos arañaban el andar mientras las brisas se iban perfumando a yuyos materos. Como interpretar a la zarza malvada, a la maldita rosa, si nos cierra el arroyo al igual que las alambradas. Un metejón de sostenernos el paso impetuoso, el de las ansias de descubrir el lugar perfecto para pescar a nuestra trucha soñada.  Tal vez, sea tan injusto como injuriosa mi observación calificativa. Tal vez, el yuyo... sea solo como la madre y su crío, cuidando los mejores reservorios de peces. Para mantenerlos inmaculados ante tanta irresponsabilidad, ante tanta ignorancia.

Hijuelas del arroyo cruzaban el andar como gajos del mismo agua. Los metros de huella se sumaban tanto adelante como hacia arriba. Pasábamos caseríos abandonados, arboledas y corrales despoblados para adentrarnos a las quebradas del arroyo.

Veinte minutos mas adelante, pasábamos por la Quebrada de las Mulas y el pasillo se ponía cada vez más cerrado, y se ponía lenta la cabalgata. A estas alturas,a  más de 2.000 m.s.n.m, la altura se siente apenas en el aire. Tal vez... alguna puna atrevida se ve recompensada con  la vista directa al majestuoso Cerro El Plata, al norte lejano. La brisa fresca y permanente hacían abundante el aire.

Miles de pasos de pausados caballos para llegar a la estructura perfecta. Momento donde nos detuvimos. Despegados de la montura, bajamos los huesos doloridos,  las cañas y las botas. Los caballos ensillados seguirían más adelante, con el baqueano y la carga, esperándonos para el prometido asado. Hermano y amigo quien clavaría un delicado corte al palo de Rosa Mosqueta. La mas exquisita carne de novillito argentino, asada a la usanza. También, sabio regador de las mismas, con vinos de estirpe sincera, de esos que abren el alma, a los que se entregan al ritual del asado.


Preparamos las varas... en mi caso, mi irreemplazable y magnifica amiga Notoperla de bambú. Mi vara de pasto, de la misma estirpe del lugar. De 9 pies de largo y de carácter full flex.  Hija de la misma madera de nuestra tierra... franco bambú, perfecto,sensible y sutil. Creada por el rodmaker Pablo Capllonch. Las carbonadas, no superarían el #3 y compartirían carácter.

Tippet delicado como cabello de dama, ataría mi Pheasant Tail Red Ribbet en alambre #16. Apenas vinculadas al delicado fluorocarbón, serian profanadoras de cada bolsillo y corredera del arroyo. Como espías, mentirosas, engañadoras, implacables y terribles, intentarían imitar a las Ephemeras del lugar, desprendidas accidentalmente de algún fondo de canto rodado.

Bajaba en decena de actos, la minúscula mosca por cada corredera, por desvanecidas burbujas y profundizaban hacia los negros ocres del lecho. Acto de entrega de las brooks... de las fontinallis, que se prendían a mi engaño. Ignotas y perfectamente camufladas con el lecho, solo sus líneas blancas que definían sus aletas, hacían notar su presencia. Boca abierta de igual tono, contrastaban con el fondo y disparaban en mí, la acción de clavada inmediata. Profundas huidas se declaraban ante mi innegable jugada. Intentaban refugiarse, huir o desprenderse de tal aguja emplumada. Pero era inútil, el engaño había clavado el anzuelo firmemente. Luego se tomarlas en mis manos y casi sin sacarla del agua cristalina, retornaba a su guarida ocre. A partir de ahí, mi espíritu muta, entre satisfacción, regocijo y entro aun más, en un estado especial de conexión profunda.

Más adelante, las rosas mosqueta se cerraban mas. Pero nuestro ímpetu, superaba toda baya vegetal. En un reducido recoveco, solo un cast de arco, inventado por el maestro Mortensen, posicionaba a la mosca en el lugar exacto. Una boca blanca se abalanzaba sobre el minúsculo engaño. Se retorcía y el músculo declaraba un splash único y afónico, típico de las gordas. Así fue declarada la batalla descomunal en el estrecho espacio. Las fuerzas doblegaban al máximo la vara de bambú Los segundos se elongaban y parecían horas. El tippet renovaba la alianza entre los delicados nudos y resistía el embate. Segundos adelante, acunada por una lama verde, la tomaría entre mis manos, para observarla, y devolverla al agua.

En estos arroyos minúsculos, las escalas son distintas.  Contarlas... aún pesarlas, me parecería obsceno, inadecuado para alguien que considera a la pesca con mosca un arte. Solo se que cada una de ellas fue especial... única e irrepetible.


Que extraña necesidad de comprenderla, de contactarla y observar... un acto perfecto en el camino de la búsqueda de respuestas. Su mundo de agua, sus brillos, colores e instintos. Que torpe acto en mío, el que he llamado pesca, de clavar un anzuelo par tal fin. END

Autor: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Jorge Aguilar Rech.
Edición fotográfica: Pablo Aguilar Rech para PeixAR filmmakers.
BROWN TROUT ARGENTINA
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Todos los Derechos Reservados.
Especial agradecimiento a la FUNDACIÓN AGUAS LIBRES, Altos Andes Flyfishing. Irigoyen Fly Shop y Sur Outfitters Flyfishing Experiences.






La esencia, en tiempo de neurosis.

Todo se resumiría en el simple término... la pesca por la pesca en sí. Apropiarnos de tantos peces como pueda, en el menor tiempo posible. Para devolverlos uno a uno. Solo así, mi ego estaría satisfecho. Una suerte de bulímicos de la pesca con mosca?.

Entonces, que nos diferenciaría del plomo de los aparejos, de la carne de los anzuelos niquelados y del zumbido metálico de la cuchara amorfa? 


Que nos diferenciaría de la obtención de uno, diez o sesenta animales... impactados con ningún fin. Cual sería la escencia buscada en pescar con una suerte de  espinel de moscas en en pro de la mayor cantidad de peces engañados, abandonando por ende, la perfección de la deriva, el cast, el atado impresionista... para habilitar la época de las boleadores emplumadas?.

Pues entonces... estaríamos en el presente, adhiriendo casi por curiosidad, casi por manejar una técnica más... al uso de esta herramienta que persigue el número, la cantidad, la eficacia del rendimiento. Se aleja de todo concepto ético, bello y equilibrado que persigue la pesca con mosca. Es mas un cálculo que una obra de arte. Es el fast food contrapuesto a la exquisitez del gourmet


La pesca profesada, desde éstos hispánicos hemisferios, mas políticamente correcta, y conocida como la pesca al hilo o a la tensión, si el termino les agrada mas aún, es por ende un despropósito. Un espejito de color traído por estos lados unos quinientos años despues. Lo funesto... es saber que se persigue al igual que en esos años al vil metal. Lo mas sagrado de nuestro patrimonio ictio. La calidad de nuestras truchas.  Se halla inundada de sinrazones y es carente de sustento conceptual por estas aguas. Hablamos de cantidad de truchas?. En el escenario local, la presa es el pescador mismo y como efecto colateral y calamitoso, nuestra población de truchas. 

Donde habrá quedado hoy por hoy... para estos embajadores y voceros de la sinrazón, la escencia de un tiro perfecto, una deriva natural, un hundimiento metódico. Donde hallaremos a la mosca autóctona, si se profesa cual pop art, las réplicas del ejército coreano de Kim Jong Un esmaltado, centenares de perdigones idénticos e infinitamente repetidas. En donde quedaron esas escuelas que profesaban la precisión, el respeto al pez, las moscas bellas, el límite del juego entre el animal y el hombre, la ética y el equilibrio justo?. 

Inspiración chata del pintor de brocha gorda, quien se afana en  pintar muchos metros para que rinda su día de trabajo. En contraposición de la escencia, que configura respeto, equilibrio, arte, perspectiva, ética y búsqueda.


Que mas vendrá en pro de las nuevas tendencias totalmente inadecuadas para éste hemisferio, y mucho menos para nuestra truchas salvajes? Técnicas creadas en lugares donde el recurso del salmónido, esta totalmente censado, administrado y el efecto de diezmar una poblacion de truchas en pro a proclamar a un campeón de pesca, solo impacta hasta la temporada entrante? .

Cuanto tiempo resta, en este camino optado por algunos, para aniquilar nuestros ambientes y  pescar en acuarios armados, de los cuales hoy ya existen en Mendoza y Argentina?

Prefiero pescar con mosca. No algo parecido. Mis moscas y mi pesca vivirán en la esencia, en el arte, en el conflicto, en la renuncia, en la humildad, en la búsqueda. Elijo la escencia,  elijo honrar al pez y no al tamaño ni a la actitud por fish. Elijo a mi trucha en igualdad de condiciones, elijo jugar limpio. Elijo pescar dos, tres o ninguna. Elijo no poseerte, evitando la bulimia conceptual en la que se involucran algunos. END


Autor: Jorge Aguilar Rech.
Edicion: Marcela Villar/Pablo Aguilar Rech
Fotografía: Pablo Aguilar Rech y Chris Lessway.
BROWN TROUT ARGENTINA.
Copyright 2016
Todos los derechos reservados.

Donde pescarán nuestros hijos?.

El río Mendoza sufre. Sangra hoy mas que nunca por sus heridas esclavas. Prisioneras del cemento de los falsos progresistas, de las alambradas usurpadoras... intoxicado de químicos y agonizante de indiferencia.


Que será de sus aguas y costas. De la vida que en ellas se alberga. Desde hace años, te estoy observando río mío, contaminado por cloros y mercurios, estrangulado hasta convertirte en yermo y ciénega, alambrado, esclavizado e invadido de redes criminales. Te he visto amigo rio... entregar al sacrificio a tus hijos nativos y  foráneos... cuando tu poncho marrón se te hace diáfano.


He visto a tus cangrejos muertos en el pedregal, tesoros que por millares crujieron a mi paso. Truchas pálidas, desintegradas ... muertas, por el asesino cloro de las termas del Cacheuta y otras atrapadas en las redes de los Astudillo de Uspallata, para ser puestas por dos pesos, en el plato de algún restaurante de poca conciencia y monta.

Quisiera heredarte a mis hijos, libre y soberano como te conocí. Como mi padre te mostró y me dijo quien eras. Sano y bravo. Indómito. Con tus vías, tus tus puentes y caseríos ferroviarios. Con tu inconmensurable calidad de peces. Sagrados bagres, magnificas truchas, cangrejos e insectos.


He buscado a los habitantes de hoy... y los halle distintos. Tus insectos están impactados y casi desaparecidos, solo minúsculas efímeras y algunas tricopteras sobreviven. La baba de la falta de oxigeno y la contaminación te invade. Cangrejales en franca disminución, tus zorritos grises y colorados asesinados con venenos, guanacos baleados, bagres otunos en las ollas del pobre y tus truchas bellas y fuertes... totalmente diezmadas por la ignorancia de un pueblo cada vez mas ignorante. Sera que ya nada importa... que ya nada es sagrado. Sera que perdimos la capacidad, de heredar nuestro medio ambiente a nuestros descendientes?. Donde pescaran nuestros hijos?.


En búsqueda de algo sano, salimos esa mañana. Algo que no hallaríamos o la inventariamos entre estructuras profanadas de caseríos y basura plástica. La fría brisa congelaba hasta las ideas. Apenas levantaba a 3 líneas del termómetro y en el agua, el sueño del invierno acunaba a las truchas. Llagamos a la altura del primer puente de ferrocarril.


Cruzamos entre los tablones de durmientes redoblantes y flojos hasta la costa norte. Tomamos hacia el oeste intentando protegernos del elemento en la costa. Pero ya los ladrones del km 55, baya a saber si por ignorantes, por prepotentes o simples peones de campo comandados por algún terrateniente apropiador de lo publico nos cortaban el paso con tranqueras, candados y alambradas. A muestra de maltrechos facones nos fuimos del lugar.

Pero el destino se les había puesto en contra. El facón y la prepotencia no pudieron con la voz de un malón de pescadores. Este grupo de mosqueros alzaría la voz, con los estandartes del Camino de Sirga, para librar el río nuevamente. Y así seria... durante quince soles brillaron sus metálicas alambradas solamente.  Siendo este el gesto, un pequeño lazo librado de la esclavitud... una proclama. El agua sera libre.





Subimos unos metros hacia la curva de Guido. Desandando camino por el puente como perros correteados. Con mucha bronca, mucha impotencia. Aquí... los alambres y cadenas de los usurpadores no habían llegado aún.  Bajamos hacia un playón y acobijados bajo un puente armamos nuestras cañas.

Eran las 12:00 am y el viento soplaba con fuerza. Pero el sol del cenit trataba de aplacar el frío. Y no se atrevía. Estábamos en una pampa abierta a 1500 msnm. Nosotros, la montaña y el río libre.

Mi compañero, trabajaría una perfecta Hare Ear Rubber Legs, en un lies soñado. Profundisima, la ninfa invadía las oscuras aguas del pozon. Su vibración y claridad hacían su cometido. Tomando una Arco Iris territorial perfecta. Casi en instantes... estaría en libertad.


Ahora iríamos por mas truchas. Así  monte en mi vara #4,  una línea de hundimiento de 150 grains para llegar abajo. Con un leader de 9 pies finalizado en 5x, dramatizo a una pancora ausente por doquier. Solitaria pero con intención, mi pancora nadaba. Lanzaba río a través y la veloz corriente arrastraba a mi mosca hasta llevarla a la corriente secundaria. Dos largos tirones y dejaba derivar como accidentalmente al plumerio con ínfulas de cangrejo. Es en este sector donde tomaban. Algunos piques fallidos hasta encontrar el quinto. Este me traería un pez bellísimo. Antes... arqueando mi vara al máximo. En el camino de furia escapista unos saltos típicos de una Arco Iris. En el arenal suave de un pequeño bulder, la hago encallar. Tomándola entre mis manos la intento proteger del miedo y del daño. La mosca cómplice del engaño, se libera suavemente. La libero y huye. Imaginando que jamás tomará un plumero similar.


Que extraña relación nos une con la presa. Trucha y hombre, hombre y trucha. Dominador y dominado. Inteligencia versus instinto, tal vez razón... contra puesta a las leyes naturales del animal. Quien nos habrá otorgado el derecho cuasi sacro de devolverlas a la vida. De provocarles daño sin remordimientos, enarbolando las banderas de la devolución.


Mas aún... que fatal relación tenemos con el río, el arroyo, el lago. Inútilmente creemos que todo es válido con el agua. Tal vez por su inherente cualidad de llevar, de lavar, de sanar. Ella debería tener poderes mágicos... debería aquietar su indómito carácter cuando los gigantes de hormigón y los diminutos de mente así se lo ordenan. Debería borran la maldad y  las heridas del alma.



En  que clase de inteligencia superior nos estamos convirtiendo. Quien nos dió el don de diezmar a nuestro medio ambiente en pro a nuestro placer, sustento o divercion?. Sin respeto a nuestra naturaleza no habrá mas pesca, no habrá mas caminatas, mas nada que fotografiar, no habra ciudades, no habra mas nada.  Tal vez sea nuestra viral razón humana. Mientras tanto, mientras las respuestas llegan... y los actos nos sobrepasan, pediré perdón a la tierra, al aire y al agua, pediré perdón reincidente, a mis peces y crustáceos. A mis insectos y zorros, guanacos y pumas. A mis ríos y arroyos, mis lagos y lagunas. Por la vana y arrogante ignorancia de los mios. El planeta algún día, podrá perdonarnos. END

Autor: Jorge Aguilar Rech
Edición: Jorge Aguilar Rech
Fotografía: Pablo Aguilar de PeixAR filmmakers
Edición Fotográfica: Pablo Aguilar
BROWN TROUT ARGENTINA
Todos los derechos reservados 2016

Pensamientos junto al rio. Paisajes del alma.


Quiero ser arroyo. Vivir en él. Ser parte.
Me siento cómodo con su escala, su proporción. Tal vez con sus pretensiones. Cuando escucho el incesante arrullo del ir... sin retorno. Sin piedad. Sin culpa ni engaños.
Memorizar cada una de sus formas y estructuras. Adaptarme cuando cambia y muta después de sus temperamentales expresiones de verano. 


Quiero sentirme mas que nunca un animal de su fauna. Tan simple... tan ignoto. Puedo imaginar duendes y hadas buscandome, después de la sista de la tarde, para pescar algún pez. Que el daño y el dolor no exista.
Embriagarme con el suave perfume del tomillo y las uñas de algún muérdago rozándome el brazo. Puedo también inhalar hasta el dolor el fresco aire de sus sombras y beber... también puedo de su velo de sinceridades y brillos.
Quiero ser arroyo.


Autor: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Pablo Aguilar y Jorge Aguilar Rech.
Edición fotográfica: Jorge Aguilar Rech.
Edicion literaria: Jorge Aguilar Rech.
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Copyright 2016.
Todos los derechos reservados.




Marrones del Filo Hua Hum.

En trance. 
Si tuviera que definir mi estado mental cuando pesco, ese seria el termino mas descriptivo. Cuando estoy en el ambiente, me transformo. Tal vez... ya no se trate de pescar un pez. Sino, de conectarme con él de otra forma, tratando de captar su ser. Llegar a su escencia. Y así, creer que escapo de esta leve y decadente humanidad en la que estamos inmersos. 

Por eso... cada vez que llego a un páramo, ya no hay ansiedad sino... el sensorial camino hacia esa conexión. Mis latidos comienzan a calmar lentamente, mi lengua se aquieta y mi mente se colma de sensaciones del entorno. Recién ahí... soy un pescador con mosca. 

Mundanamente entramos sobre la cintura marcada de tierra clara y serpenteante, al bosque de cipreses. Avanzada la mañana de Diciembre, el sol jugaba con destellos, entre los claroscuros del denso bosque. Haciéndose inconmensurablemente  verde por partes y en otras... drásticos de rocas desnudas hasta el abismo. Donde casi podíamos ver la figura del Mapuche Filohuhum. Quien es piedra antes de doblegarse.


Una serie de contrastes bien marcados entre los verdes, el cielo y éste, reflejado en el río, que a estas alturas se formaba en riffles de escasa profundidad y boulders salpicados en exacta coreografía. Conformando pozones cortos y profundos.


Vadeándolo y transitando por momentos por los mágicos senderos del bosque, me halle inmerso de historias de duendes, mapuches y truchas. El paisaje se tornaba inconfundible y de profunda identidad.


Los tres... inundados de tanta Patagonia, de tanta magia y eclosiones de Efímeras  Meridialaris. Hadas típicas al inicio de temporada. Rodeándonos del mantra del río que bajaba.

Ya conectados con el entorno, adormecidos de paisaje...comenzábamos a media mañana, a buscar a sus marrones.  Al ingresar a algunos bajos, era imposible no advertir la cantidad de Pancoras huyendo por el arenal. La grava parecía viva.


Una Bichón Fly en alambre #10 profundizaba en el 4x de Marcelo.  Marrones tomaban su mosca... en decenas. Atacaban y se escapaban.Con lanzamientos río a través y en deriva accidental... cangrejitos de plumas, marabú y chenyl, dramatizando haberse desprendidos de las piedras navegaban río abajo. Varias serian cobradas por esa mosca.

Observándolo... amplío mi campo visual, al plano general de la composición. Centenares de Caddis en pleno vuelo manchaban el verde oscuro del fondo. Afino mi vista y detecto la delicada eclosión sobre la tensión del agua. Me animo a definir mi tippet en un 5x, al cual ataría una prominente seca. Sabia por ende, que elegiría un patrón de Elk Ear Caddis beige claro y en un tamaño no mayor a # 14. Pero, tal vez... llamándome con un poder extra sensorial, ahí estaba. Sola y aparte de todas. Como reservada. Se venían a mi mente para entonces, una serie  de recuerdos gratos. De innumerables capturas y festejos. Era esa Turck´s Tarántula, la que rindió frutos en el Malleo, en el Nat and Fall, Teka  y una quintina de ambientes mas. Bella y provocadora, la única sobreviviente de la serie que tal vez hoy... volveré atar. Evocando a la original fórmula de Guy Turcks


Lanzo y presento cercano. Cae como terrestre desprendida de una rama cercana. Por el propio peso del material para nada innota. Suaves ondas sobre la tensión del agua. Ahí la veo... flotando bajo la sombra. Instantáneamente una bocanada blanca, la toma. Mis brazos se alzan para la clavada. Y la tensada, logra clavar a la primer marroncita. Inquieta, y vivaz, la tomo en mi mano. Puedo sentir su fuerza animal. Su descontento. Sus deseos de vivir me apresuran a despedirme de ella y la devuelvo al vientre acuoso del río. Huye y se esconde.


Continuo subiendo el río, contemplando cada paso. Cada cuadro que me presenta mientras avanzo es de fábulas. Me encuentro con un perfecto boulder. Lo estudio y  rodeo para ubicarme. Mientras paso a paso compruebo si hay actividad en superficie de alguna trucha. Agazapado las veo. Nadando y comiendo lentamente entre la secundaria. En ese instante, pretendo hacerme invisible. Me paro firme... tomando mi vara y desprendiendo la mosca del grip. Dejándola caer, navega hacia abajo unos instantes y la catapulto en roll cast. Las ínfulas de mi Tarántula la dejan justo detrás de la gran piedra rectora del boulder.



Fue ahí, donde la marrón engulle a mi artificio, se profundiza hacia la derecha y se clava. Una serie de corridas catalizadas por la corriente se continuaban a  enormes saltos. Minutos mas tarde, la tendría en mis manos. Una bella trucha de unos 500 gramos, pintada con lunares marrones de halos blancos perfectamente definidos. La observe durante varios segundos. El adiós, el hasta siempre se hizo pacto en ese momento.


Con numerosas truchas pinchadas... me encontré cansado. Me acerque al colchón de pinocha seca y piñas del bosque que se hallaba junto al río y descanse.

Entre en un sueño casi profundo. Embriagado de sol y perfume de cipreses, me halle pescando mil truchas, imaginando mas río y el eterno bosque arrullándome. Parte de mi alma... quedo ahí por siempre. END



Autor: Jorge Aguilar Rech
Fotografía: Jorge Aguilar Rech y Diego Fernandez
Edición fotográfica: Jorge Aguilar Rech para PeixAR filmmakers
Edición General: Pablo Aguilar.
Protagonistas: Marcelo Perez Gerardi, Diego fernandez y Jorge Aguilar Rech
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Copyright 2016.
Todos los Derechos Reservados.

Arroyo El Tigre.

Desde tiempos inmemoriales, suena la voz de Aguara. Voz que guaraní tupi, se refiere al Aguara Guazu,  un cánido del tamaño similar a un zorro grande de crines negras y largas patas, que habitaba por el siglo XV, en estas tierras.  Encuentros de ancestrales Diaguitas y poderosos Incas. Las historias que se pierden en el tiempo y se entremezclan de recuerdos.


El Tigre, perfecto arroyo recostado  en la inmensa pampa. Pampa que como volcada desde la montaña se extiende hacia el este. El desierto se lastima con su canto de agua. Y lo llena de vida.


Su escenario geográfico, despliega manso... pero inalterable repertorios de pumas, choiques o suris, guanacos, esplendidos cóndores y caranchos. Millares de zorros, lagartos y una gran abundancia de pájaros de trino. Millares de insectos terrestres entre escarabajos negros, llamados por los lugareños, cucarachos.  Ahí, el río se acobija y despereza,  entre cortaderas, vegas y rocas, acunando truchas perfectas entre sus aguas diáfanas.


Un lugar de centenarias historias de hombres y mujeres del siglo pasado. Tan cercanos que me parece tocarlos en mis fotos en banco y negro, tan lejanos que se van borrando al paso del tiempo.

Fue un día claro, cuando llegamos a la Pampa del Tigre. El aire puro pasaba lijero en mis pulmones, dejando atrás los murmullos y sonidos del pueblo de Uspallata. Desde aquí, Míster D, seria nuestro guía. Experto con mas de un puñado de cumbres al Aconcagua, le sobraban piernas, le sobraban recuerdos y pulmones.  Desde ahí, marcaría su avatar no autorizado, de el Guanaco Man.


Desde la vena de tierra y polvo, nos adentramos a la pampa, unas horas. Las camionetas fueron nuestras mulitas de hierro, las que nos dejaron en el planchón de La Terminal. A pura mecánica, equipo y muñeca, sorteaban mansas los desmadres del agua en la huella.


Ya mas cercanos, el arroyo, se veía perfecto, Su caudal y temperatura. La que media unos 11º C. Estructurado y de una velocidad exacta para resaltar su identidad irreverente de arroyo andino

Entre sus aguas sinceras,  acobija las truchas perfectas y salvajes que hemos buscado. Confundiéndose entre los oscuros y ocres del fondo, decenas de peces huían, al acercarnos al borde en la mañana temprana. Nos habíamos arrimado ahí, solo con la intención de observar su estructura, entomología, su claridad... y  nos encontramos con un cardumen de truchas. Muy motivados, levantamos algunas piedras y descubrimos el secreto a voces... sus efemeras y tricopteras eran el motivo principal de la convocatoria de tanto pez.


Retornamos a nuestro vehículo, para armar prepararnos. Varas, lineas, moscas, abrigo y algunos menajes, serian parte del repertorio de la jornada.  Minutos mas tarde, emprendíamos el ascenso por el arroyo, buscando los líes soñados.

Empezaron a apareces a los metros recorridos, paisajes únicos, perfectos e irrepetibles. Turnándonos , nos acercábamos al arroyo, para presentar nuestras moscas.


Opte por atar al fino tippet fluoro 7x, una Pheasant Tail con ribbet rojo.  El ataque fue inmediato y voraz. Una esplendida Arco Iris, detonaba en lucha con mi vara de bambú. La cual no podía disimular su alma de pasto full flex. Cuatrocientos gramos de fuerza muscular estaban entre mis manos. Liberada al vientre del agua minutos mas tarde.


La belleza de este animal, era destacable. Sus pintas fuertes, manifestaban un pleno arraigo al arroyo y una gran sanidad. Sus ojos translucían sus manchas de raza. Colores furiosos de rosas y grises.

Seguimos caminando y el altímetro marcaba unos 3.200 m.s.n.m, cuando Sergio se posiciona en un perfecto lies. Ahí hay trucha... expresamos. Así fue el presagio. Lanzamiento perfecto y profundiza su Hare Ear, cuando una Arco Iris de 500 gramos, luchaba con su resistencia mecánica. Vara arqueada, linea y tippet tenso,resistían a la batalla del pez. Segundos vitales la tomaba en sus manos, y retornaba al pozon.



Todo el ambiente de nuestro grupo, era festivo. Condiciones perfectas de temperatura, presión atmosférica y viento nos alentaban a seguir subiendo sin descanso.

De pronto, pasábamos por un páramo en extremo particular. Varios guanacos muertos determinaban el comedero de una familia de pumas. Restos de carne malograda y cueros roídos, daban cuenta de la fiel y cruda realidad de la naturaleza. En ese momento, me percato que mis cortos trancos y mi contextura, me posicionaban al ultimo de la fila. Cometiendo un neto acto de sincericidio, confieso... acelere el paso porque sin dudas era el mejor bocado para los felinos. 


Mis pasos acelerados, mermaron para observar a Wana, presentar su engaño en un pequeño pocket del arroyo. La trucha salia a comer. La veía. En impulsos esporádicos, salia de la seguridad de un oscuro pozon, para tomar arriba un emergente. Cambiando la mosca, ata una Caddis para tentarla. Siliconada, es presentada corriente arriba. 


Baja... lenta y libremente. Cae a deriva natural y la trucha se acerca. No la toma. Segundo lanzamiento y la misma acción y en este instante, suavemente la boca abierta del pez engulle artificio.  Un macho territorial, había sido tentado.  Su incipiente mandíbula inferior adelantada, denotaba su condición y edad. Esta trucha superaba los tres años.


Sus escamas volvieron al verde oscuro y profundo del pozon.

Sin pensarlo, en instantes... una tropilla de guanacos nos miraba desde cerca. Un macho desterrado seguramente, nos hacia guardia mientras avanzábamos hacia el curso superior. Notoriamente, el aire se ponía raro, con menos oxigeno. Opuestamente las truchas eran mas grandes, combativas y perfectas.


Me adelantaba unos metros. El aire notoriamente se hacia mas puro y extraño en mis pulmones citadinos, entraba casi lastimando de pureza. La altura se sentía, en mis músculos. Y cada piedra que subía o bajaba, era planeada y calculada. El esfuerzo era pensado y racionalizado. 

La providencia me regalaba otro sagrado lies. Un sitio perfecto, donde mi instinto y las voces interiores basadas en centenares de días de pesca, me susurraban secretos de truchas. Me acerco con el mayor de mis sigilos, y me agazapo. Logro ver su perfecta silueta danzando en la corredera. Desengancho mi mosca y verifico estado del 7x de fluorocarbon. Tenso la vara en un estudiado lanzamiento de arco invertido, creado por el maestro nórdico Henrick Mortensen. 



Y  ahí va... mi minúscula pluma. Parece acompañarla música. Perfecta, liviana, delicada y letal. Pheasant Tail de cabeza dorada con deriva natural... como desprendida accidentalmente del clasto, la veo bajando libre por la corriente. Dirección ideal a la vista de mi trucha. Ella responde y la engulle convencida, cuando mi vara se alza en clavada contundente. Saltos y corridas, me demostraban su enojo, su irreverente enfado con la situación. Minutos de pelea, la dejarían encallada en un arenal suave, y desde ahí... a su mundo nuevamente. Quien sabe, que pensara de este mal trago para ella, y satisfacción mía.

Con el alma repleta de imágenes de cada una de nuestras truchas, con el músculo cansado pero vivo, bajábamos el río para retornar a casa. En una hora, volveríamos a visualizar la camioneta lejana. Estaba ahí, mansa, en  la verde tundra. Pasiva, era devorada lentamente por las sombras de la tarde. El perfume de los tomillos, nos acompañaba la marcha crujiente de los guijarros y como hierba chamanica,  la llevaríamos en cada poro durante varios días, añorando en cada uno de ellos... volver. END

Autor: Jorge Aguilar Rech
Edición: Jorge Aguilar Rech
Fotografía: Pablo Aguilar Rech para PeixAR Filmmakers.
Logística: Nicolás Aguilar Rech y Benjamín Aguilar Rech.
Agradecimientos: Daniel Pizarro, Sur Outfitters, Altos Andes viajes y Turismo e Irigoyen Fly Shop Nube.(SIMMS market) Protagonistas: Guillermo Pisi (Wana), Daniel Pizarro, Sebastian Dalton Martinez, Sergio Navarro, Pablo Aguilar Rech y Jorge Aguilar Rech
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Pensamientos junto al rio. Cuando sea la hora...

Algún día llegara ese miércoles de Abril, cuando las aguas bajen. El sol apenas entibie las laderas de mi montaña. El viento me silbe coplas de cortadera y charangos de agua.  Ese día estaré solo. Buscando a mi ultima trucha. Junto a esas piedras donde siempre he pescado .
Serás... por ultima vez mi presa y yo tu captor. En ese momento quedaremos  unidos para siempre. En el final y en el comienzo del recuerdo de los míos y cercanos. Y cual cordón umbilical... mi linea te sostendrá y tu me sostendrás. Me tendrás cara a cara en el arroyo como yo tantas veces lo hice contigo. Ese día... tu me devolverás a la vida verdadera y seré libre. END



Autor: Jorge Aguilar Rech.
Edición: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Pablo Aguilar. 
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Collon Cura. Breve lírica de pesca.

Era una encrucijada elegir alguna breve porción de los 40 km del freestone perfecto del Collon Cura para pescar esa tarde de Diciembre. Nos habíamos alojado en San Martín de los Andes, que seria el punto estratégico para movernos entre la decena de posibilidades planificadas.  Hacían unos minutos que desempacábamos y ya estábamos nuevamente en viaje hacia el río. La tarde en nuestras espaldas nos devoraba de ansiedad.

Caminitos de amarillos furiosos retamos, nos sacaban de la ciudad. Una lengua de tierra casi eterna de alambrados esmerados, verdes secos y pastizales, nos dejaba en la ultima tranquera... donde estaríamos mas cerca del río buscado. Ahí... con el fondo presente del Puente Rinconada, armábamos presurosos nuestros equipos.  Entretanto una tropilla de caballos nos pintaba de arte el alma. Seriamos intrusos entre tanto despliegue de belleza animal. Espectadores de una coreografía salvaje improvisada. Cruzaban también, nuestro andar en la huella, jabalíes, huemules, y centenares de liebres. A veces casi sin inmutarse de nuestra presencia.


Ya en el veril... el viento silbaba sauces. Caminábamos jugando entre los brillos, las luces y las sombras. El río estaba inchado de agua... se mostraba rápido y silencioso. Cuadro de situación típico en la apertura de temporada, incrementado por el indudable aporte de la Corriente del Niño. Crío que llena de nieve los picos montañosos, de agua de lluvia los arroyos, desborda ríos, calienta veranos y congela inviernos.
 

Entre los mimbres, estaba agazapado. Observando las eclosiones de efemeropteras y tricopteras diminutas. Troncos y ramajes ahogados anticipaban el escondrijo de algún pez. Y mi mosca caía y derivaba perfecta. Lanzaba arriba y la Caddis en # 16 se expresaba libre. El tippet 5x, era el vinculo invisible. Entre los verde oscuros... un furioso destello claro se escurrió como relámpago y desapareció en la profundidad. Es el momento donde el tiempo se extiende y cada segundo valen cuatro. El pez, tomaba mi mosca y el músculo activo, intentaba hacerla presa. La adrenalina al máximo y esa euforia mixada con incertidumbre manejaba cada fibra de mi persona.

  
Las sacudidas eran fuertes, profundas y contundentes. Sin adivinar nada, diría que su estirpe era marrón. De las que no saltan y se enojan. La # 4 estaba trabajando con arqueadas y sacudidas endemoniadas. Calculo que cada fibra... haría su trabajo y me relajo. Espero el  resultado de la captura. Dejo a la vara, desgastar cada instante de energía del pez. En segundos... este se muestra. Ladeándose me muestra su cuero de pintas anulares. Una bella marrón.


En mis manos... confiado del hecho de su entrega, de mi abuso con licencia y autoridad de banal superioridad y la tomo de la tomo.  La aseguro, la observo... en un estado de felicidad pos adrenalinico y expectativa.  Pesaría  unos 700 gramos de pura furia salmonida


Inesperadamente estalla de energía vital, se sacude y escapa resbalosa de mis manos. Su arrebatada y precoz libertad... daba un empate meritorio entre ella y yo. Ella volvió a su mundo simple. Yo... a la complejidad del mio. 

Inevitablemente quedaba impregnado en mi mente ese instante breve y eterno donde hicimos contacto. END



Autor: Jorge Aguilar Rech.
Edición: Jorge Aguilar Rech.
Fotografía: Jorge Aguilar Rech de PeixAR filmmakers y Diego Fernandez.
Producción: Marcelo Perez Gerardi y Diego Fernandez.
BROWN TROUT ARGENTINA.
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